Sobre las verdaderas intenciones del neolerrouxismo de “Ciudadanos” en
Catalunya
Alma apátrida
Las siguientes reflexiones llegan
un poco tarde pues estaban pensadas de cara a los resultados de las elecciones
autonómicas de diciembre de 2017, donde la formación política naranja arrasó
como un tsunami en las áreas metropolitanas de extracción obrera en Catalunya.
Des del independentismo catalán (tanto el de derechas como el de izquierdas) se
ha colgado la etiqueta de “lerrouxista” al partido de Albert Rivera e Inés Arrimadas
y creo que muy acertadamente, ahora bien, en lo que no estoy en absoluto de
acuerdo es en la interpretación que, a posteriori, se hace de la naturaleza de
este movimiento de principios del siglo XX y por ende del que se considera su
heredero ideológico actual: se hace básicamente hincapié en su demagogia
anticatalanista y pseudo-obrerista considerando que el principal objetivo de
Alejandro Lerroux era la lucha política contra los nacionalistas catalanes del
momento; discurso que, repito, reproducen incluso las versiones más “izquierdistas”
del independentismo.
Pues hay que decir contundentemente
que no es así. El principal objetivo del demagogo españolista conocido como el “Emperador
del Paralelo” era neutralizar al anarcosindicalismo revolucionario intentando
enfrentar a los trabajadores autóctonos y emigrantes que constituían su
abigarrada masa social. Es decir, la estrategia burguesa-reaccionaria de
siempre consistente en introducir el discurso étnico-identitario para sustituir
la solidaridad de clase: estrategia que favorecía, por otra parte, al
catalanismo excluyente de la “Lliga Regionalista” en un bucle que se
retroalimentaba. Así, en un inicio, el lerrouxismo tuvo cierto éxito disputándole
una parte de la clase trabajadora a los libertarios convirtiéndose en un partido
de masas bien estructurado con juventudes, sección femenina etc (protagonizando
duros enfrentamientos con los anarquistas) si bien al final acabó perdiendo la
batalla por la hegemonía en el medio obrero, derechizándose progresivamente y
acabando (a través de su líder) por apoyar a los sublevados durante la Guerra
Civil Española.
¿Es que acaso alguien puede
pensar que el principal enemigo de un nacionalismo es otro nacionalismo? Hay un
dicho que dice “Las guerras las hacen personas que no se conocen y se matan
dirigidas por personas que se conocen pero no se matan”. Es bien sabido, que
mientras Alejandro Lerroux y la burguesía catalana de la Lliga ponían en escena
su simulacro de enfrentamiento, sembrando la discordia entre los trabajadores,
no tenían reparos, por otra parte, en compartir mesa en la zona alta de
Barcelona. Y así, hoy en día, sus herederos ideológicos (Ciudadanos y PDECAT)
ponen en escena la misma teatralización con idénticas consecuencias: El
resultado es que los apoyos que la clase obrera catalana ha dispensado
históricamente a los socialistas, y quizás también a otras expresiones de la
izquierda institucional, están mudando al partido naranja, desesperando a estas
formaciones políticas que incluso (en ciertas ocasiones) han mirado de
comprarle el discurso para frenar la fuga de votos: recordemos los movimientos, hace años, de Celestino Corbacho en el
Hospitalet para separarse del PSC (que, en aquel momento, consideraba demasiado
catalanista) para crear la Federació Catalana del PSOE o, años más tarde, las
infortunadas palabras de Pablo Iglesias exhortando al orgullo extremeño y
andaluz (que parecía presentarse como oposición a lo catalán) en un mitin en
Barcelona, palabras criticadas incluso por miembros de su propio partido por
dividir a la clase obrera.
Por
otra parte, la otra cara de la moneda, del españolismo de raigambre obrera, que
representan figuras como Gabriel Rufián, ya que algún sociólogo sitúa su
liderazgo como causa del ligero aumento del independentismo en las zonas de
voto a Ciudadanos, queda patente si analizamos la ideología de ERC con respecto
al partido naranja: los dos provienen del radicalismo pequeñoburgués de centro
e incluso, si buceamos en la historia, nos encontraremos a sectores provenientes
del lerrouxismo y del republicanismo catalanista compartiendo el mismo espacio
político en algunas alianzas electorales: al fin y al cabo, hoy como ayer y en
ambos casos, solo se espera de la clase obrera que aporte el apoyo necesario para
encumbrar a unas clases medias dispuestas a mantenerse a flote a costa de los
perjudicados de siempre.
Resumiendo:
Los anarquistas debemos estar alerta de no caer en este escenario de
polarización identitaria sin comprarle el discurso al independentismo burgués
ni tampoco a la demagogia neolerrouxista. Se trata de una tarea harto difícil
debido a la actual situación política. Recordemos siempre que hay que organizar
a (y organizarse con) la clase obrera independientemente de la lengua que hable
o de la identidad nacional con la que se identifique.
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