1) El “practicismo
revolucionario” de Mikhail Bakunin y la crítica de Lenin
En el año 1870, el revolucionario
y teórico anarquista ruso, Mikhail Bakunin, escribió el ensayo “Tácticas
revolucionarias” donde desarrolla sus ideas, para llevar a cabo una
revolución sociopolítica exitosa, usando la acción directa y la organización de
las masas populares. En ella afirma:
“Existen personas, sobre todo
entre la pretendida burguesía revolucionaria, que por proferir algunas frases
exaltadas creen estar haciendo la revolución (…) Hablemos menos de revolución y
hagamos mucho más. Dejemos a los otros la tarea de desarrollar teóricamente los
principios de la revolución social y contentémonos con aplicar ampliamente esos
principios: concretémoslos en hechos”.
Es comprensible la crítica de
Bakunin a la burguesía exaltada sobre todo cuando señala, acto seguido, que al
lanzarse esta a la acción, después de proferir sus consignas maximalistas,
entra, necesariamente, en flagrante contradicción, porque es incapaz de asumir
el resultado político de la difusión de estas mismas consignas entre las masas
populares. Por ejemplo, durante la revolución “La Gloriosa” de 1868 en España
(movimiento contra la monarquía isabelina que pretendía establecer un régimen constitucional
avanzado en el país promovido por la burguesía progresista) sus mismos líderes políticos
acabaron por disolver, de forma autoritaria, las Juntas Revolucionarias que
habían aparecido, espontáneamente, como resultado de las consignas que ellos
mismos habían promovido.
¿Es que acaso el uso social de ciertas
consignas maximalistas, en el período actual, tiene antes como objetivo ampliar
dicho núcleo militante que propiamente promover una insurrección?
Ahora bien, no hay que olvidar,
la importancia que da Bakunin a la creación de “organizaciones autónomas populares”
lo que puede conseguirse, según él, teniendo influencia sobre los individuos “más
inteligentes y avanzados” del pueblo. Es decir, para Bakunin se trata de un
proceso paralelo: empezar la primera y olvidar esta segunda labor, a mi
parecer, quizás atraiga a los individuos más conscientes, y dispuestos a la
acción, pero, fácilmente, los volverá vulnerables frente a la represión, por su
patente aislamiento, más intenso conforme aumente su proceso de radicalización teórico-práctica.
Para mí, esta práctica, se trata de un brindis al sol. Aun así, encuentro un
fallo en la argumentación de Bakunin: su postura, ciertamente despreocupada, de
entregar a los adversarios políticos el papel de desarrollar la teoría
revolucionaria, debido a lo que creo que es cierto “fetichismo de la acción”.
En el año 1902, V.I. Lenin redactó
la obra “¿Qué hacer?”. En ella escribió una de sus máximas más conocidas
para polemizar con el órgano de prensa “Rabocheie Dielo” (representante
de la tendencia “economista” de su partido: es decir, aquellos que concebían la
lucha proletaria, exclusivamente, como un combate por mejoras salariales y en
las condiciones de trabajo):
“Sin teoría revolucionaria
tampoco puede haber movimiento revolucionario”.
2) La “intuición revolucionaria”
de Francisco Ascaso y el ultra-teoricismo de Amadeo Bordiga
En el año 1937, se publicó el artículo “Nuestro anarquismo” del anarquista aragonés Francisco Ascaso (del grupo Nosotros) por el Comité Peninsular de la FAI. Vale la pena rescatar una parte de él para ilustrar lo que se está discutiendo aquí:
“A menudo, nuestro movimiento
es criticado por su falta de contenido ideológico y quizás esa objeción no
carezca de fundamento. No obstante, somos víctimas de una falta de comprensión
y de las malas interpretaciones. Si comparamos nuestro movimiento con los de
otros países, sinceramente creo que sus ‘teorías’ no son brillantes. Pero si
bien el proletariado español no está educado a nivel europeo, tiene, en
compensación, una gran percepción y una intuición social muy superior”.
“La visión de una acción
colectiva encaminada a conseguir unos objetivos generales que interesan a toda
la clase y que se concretan en el intento de transformación de todo el régimen
social sólo la adquiere claramente una minoría avanzada”.
El bordiguismo difiere del
leninismo por ser, incluso, más vanguardista y teorético (Bordiga ni siquiera
aceptaba el “centralismo democrático” sino que lo sustituía por el “centralismo
orgánico” porque no contemplaba que los que estaban en posesión del
conocimiento político revolucionario pudieran discutir de tu a tu con las bases
no instruidas). La prioridad absoluta, dada por Amadeo Bordiga, a la revolución
le lleva a subordinar los medios a los fines y a caer, a mi parecer, en un
autoritarismo y sectarismo extremos. Por otra parte, la posición de Mikhail Bakunin
y Francisco Ascaso es, justamente, la contraria lo que les hace formar parte de
un movimiento de base, profundamente, democrático, pero, seguramente y aunque
pueda escocernos, a perder efectividad ¿Cuál es la solución a este dilema?
Hace tiempo que pienso que el
anarquismo obrero tiene ciertas coincidencias, quizás paradójicas, con el laborismo (con el original no con el de Tony Blair, claro está). Este se
diferencia de la socialdemocracia por haber surgido, en un inicio, de los
sindicatos y controlado por estos. Y, precisamente, en contra de la “leyenda
negra de la FAI” esparcida por sus detractores que la presentan como una
organización ultra-vanguardista, cuyo objetivo era controlar y dirigir a la CNT,
sus defensores afirmarán que la específica surgió de las mismas bases del
sindicato, que los anarquistas ni siquiera estaban especialmente interesados en
ocupar cargos en él y que, hacia finales de la Guerra Civil, el sindicato y la
específica discreparon en importantes cuestiones (como el apoyo al Gobierno del
socialista y criptoestalinista Juan Negrín) y que esto no se tradujo en la
imposición de la segunda sobre el primero.
El enfoque ideológico original
del laborismo (si hacemos, por un momento, abstracción de su carácter
reformista) era el de un partido político controlado por los sindicatos. Esta
posición es contraria a la de Lenin y mucho más a la de Bordiga (básicamente,
porque no consideraban que del simple desarrollo de la práctica pudiera emerger
una conciencia revolucionaria). Pero esta no ha sido, históricamente, la
posición de todos los marxistas. José Carlos Mariátegui (el “Amauta”), teórico y
militante revolucionario marxista peruano, durante su estancia en Europa
escribió una serie de artículos, agrupados posteriormente en la obra “La
escena contemporánea” de los años 20 del siglo pasado. Uno de ellos es
sobre el “Labour Party” británico. En él dice:
“La praxis proletaria ha sido
más o menos uniforme y pareja en toda Europa. Los obreros europeos han seguido
antes de la guerra un camino idénticamente reformista (…) La guerra abrió una
situación revolucionaria. Y, desde entonces, una nueva corriente ha pugnado por
prevalecer en el proletariado mundial. Y desde entonces, coherentemente con
esta nueva corriente, los laboristas ingleses han sentido la necesidad de afirmar
su filiación socialista y su meta revolucionaria”.
Y si para Mariátegui fue la
guerra (como cambio drástico de contexto social y político) lo que indicó el
paso de una organización laborista reformista a otra revolucionaria, esto
también puede valer para el anarquismo obrero que, como es sabido, siempre ha
contado con tendencias reformistas en su seno (básicamente, por priorizar la
construcción de un movimiento ampliamente democrático y de base antes que la
subordinación acrítica de los medios a los fines revolucionarios, como
planteaban Lenin y, en mayor medida, Bordiga). La diferencia, fundamental, de Mariátegui,
con Lenin y Bordiga, es que el primero no parece ver necesaria la escisión ni
el sectarismo revolucionario para operar este cambio.
4) Conclusión: Sobre el uso de
las consignas
Del ensayo “Tácticas
Revolucionarias” de Bakunin se desprende lo innecesario del uso de consignas
revolucionarias durante el proceso revolucionario (solo en el
pre-revolucionario para sumar militantes). Bakunin era de la opinión que los
hechos valen más que las palabras. Su crítica estaba orientada a denunciar la palabrería
hueca de la burguesía, pero es un error, a mi parecer, tomársela al pie de la
letra. En un contexto de agitación social se hace necesario hacer uso de ellas,
pues, aquí se hace palpable lo cierto de la máxima “toda política no hecha por
nosotros será hecha contra nosotros”. No podemos caer en un “fetichismo de la
práctica” pues sin nuestras propias consignas nuestra actividad será recuperada
por cualquier grupo demagógico y oportunista.
Alma apátrida
Bibliografía:
BAKUNIN, MIJAIL Tácticas revolucionarias
Libros Dogal, 1978. Páginas 97, 98 y 100.
LENIN ¿Qué hacer? Alianza
editorial, 2015. Páginas 76, 77 y 78.
CHRISTIE, STUART ¡Nosotros los
anarquistas! Un estudio de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) 1927-1937 Universitat
de València, 2010. Página 103.
GUILLAMÓN, AGUSTÍN Amadeo
Bordiga en el Partido Comunista de Italia Hermanos Bueso Ediciones, abril
de 2024. Página 108.
MARIATEGUI, JOSÉ CARLOS El
Labour Party en MARIATEGUI, JOSÉ CARLOS Obras completas Tomo 1: La
escena contemporánea Ediciones Uno en Dos. Madrid, 2023. Páginas 118, 119 y
120.
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