Hace ya bastante tiempo, que oigo
a algunos compañeros del movimiento libertario (concretamente a los que
adhieren al llamado especifismo) una crítica insistente (para mi hipercrítica
más que autocrítica) en lo mal que hacemos las cosas como anarquistas, que
somos unos torpes y que así no saldremos nunca del gueto. Y es harto
sorprendente, al menos para mí, como se quieren reducir todos los problemas del
movimiento libertario a la supuesta falta de una “teoría” o “estrategia”
correcta. Esto me parece abstraerse de la relación dialéctica que mantenemos
con un tipo de sociedad concreta que, hoy por hoy, si bien no imposibilita, si
nos dificulta, en mayor medida que a otros movimientos sociopolíticos, nuestro
desarrollo como proyecto revolucionario. Concretamente me refiero a cierta
tendencia a querer imitar o a tener como referente la estructura organizativa
de la izquierda independentista catalana.
Pero una simple ojeada a varios
estudios publicados sobre las características sociológicas de sus principales
votantes (mayor cualificación académica que la media, mayores ingresos del
núcleo familiar y mayor uso de la sanidad y la educación privada o concertada,
por ejemplo) así como el estudio de sus orígenes históricos y desarrollo
(aristocracia obrera y círculos estudiantiles, básicamente) nos debería poner
en guardia ante aquellos compañeros que, cual alquimistas del medioevo, parecen
haber descubierto la piedra filosofal que convertirá el común anarquismo en el
áureo proyecto revolucionario que debería ser: una versión libertaria de un
movimiento que, con todas las contradicciones y peros que se quieran, actúa
como el último peldaño del sistema de dominación en Cataluña.
La alienación actual de la clase
trabajadora más precaria (a través de lo que la Escuela de Frankfurt llamó Industria
Cultural) no debería producir ese radical viraje de prioridad (que no
representa más que una postura derrotista) del movimiento libertario hacia el
regazo más cómodo del estudiantado universitario y la clase media asalariada
que, en el fondo, representa querer imitar la estructura organizativa de la
izquierda independentista. Para nada quiero decir con esto que haya que obviar
estos sujetos sociales, pero no debemos tentarnos por las mayores facilidades
de difusión de las ideas y permeabilidad del discurso contestatario en sectores
caracterizados, desde siempre, por su mayor capital cultural y politización:
pues esto no es más que un reflejo de que están sistémicamente en posiciones
más favorables de partida. En consecuencia, no debe olvidarse que su carácter
más o menos revolucionario no es autónomo sino dependiente de las convulsiones
sociales generadas por el malestar de la clase obrera (para quién no lo crea
solo hay que indicar lo rápido que se ha sumado a ser la vanguardia juvenil de
la mamarrachada del procés).
Frente a esto, Peirats hace una
defensa apasionada del heroísmo autodidacta, recordemos sus arduos inicios
como periodista en El Boletín del Ladrillero: órgano de prensa de un
ramo proletario mirado, en un inicio, con desconfianza por el resto de la clase
trabajadora, por su carácter pendenciero, pero que, con mucho esfuerzo por
parte de compañeros como él, se encaminó a la conquista de sus derechos. Y si
bien las instituciones universitarias se han transformado y masificado en un
sentido que serían irreconocibles por el compañero Peirats, aunque haya
tendencias regresivas que pretenden volver al punto de partida (intensificadas des
del Plan Bolonia), la fuerte penetración de la ideología meritocrática,
y su clasismo consecuente, sigue muy presente entre el estudiantado, lo que nos
fuerza, a mi entender, a estructurar un movimiento que dé prioridad a la
perspectiva de clase que, históricamente en el anarquismo, si bien no está
representada en exclusiva por el sindicato si se ha constituido en su principal
referente.
Según sus mismas palabras por
considerarlos de tendencias muy autoritarias y algo bolchevizantes (si
bien había colaborado con el primero en un boletín clandestino faista en 1934).
Quizás, una mayor confluencia de todos estos sectores críticos del anarquismo
pudiera haber dado la vuelta a la tortilla a unos Comités superiores
burocratizados y presos del antifascismo pequeño burgués que según Peirats,
recordemos, tenía su explicación también en el Caballo de Troya que
representaban los bomberos de la intelectualidad de clase media dentro
del movimiento libertario. El hecho de que ciertos sectores del anarquismo, hoy
en día, vean, en cierta manera, a la izquierda independentista como un proyecto
del cual aprender trae del pasado, por las mismas características sociológicas
de esta última, este debate hacia el presente con inusitada fuerza.
Alma
apátrida
Obras de consulta:
EALHAM, CHRIS Vivir la
Anarquía, Vivir la Utopía: José Peirats y la Historia del Anarcosindicalismo
Español Alianza Editorial, 2016.
GUILLAMÓN, AGUSTÍN Los Amigos
de Durruti: Historia y Antología de Textos Descontrol Editorial, mayo de
2021.
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