Contra el cainismo político: Reflexiones sobre el anarco-insurreccionalismo social uruguayo

1) Introducción: a propósito de una cita paradigmática en el periódico “Anarquía”

Recientemente, en el periódico “Anarquía” de Montevideo (Por lo que recuerdo, del entorno del “Circulo Anárquico de Villa Española” y la “Biblioteca Anarquista del Cerro”) ha aparecido un pequeño texto titulado “Práctica y capacidad de proyección insurreccional” del que me gustaría rescatar este fragmento (aunque recomiendo su lectura entera):

“Crear, profundizar y fortalecer estructuras realmente generales, vastas y heterogéneas es buscar contrarrestar la influencia capitalista dándole una oportunidad a la revolución social. Las insurrecciones, o por lo menos las revueltas, son inevitables, en un mundo tan colmado de desigualdades, pero salir más fortalecidxs de ellas es un hecho que depende también del trabajo previo”.

Mi impresión de cuando residí en el Uruguay (y no creo equivocarme en este punto) fue la fuerte tendencia social, incluso, de la rama insurreccionalista del anarquismo local. A diferencia de ciertas tendencias nihilistas, presentes en países como Chile o Grecia, y con las que discrepo profundamente. Hablemos un poco de historia: en febrero de 1928, llegaron a Montevideo (de polizontes en un barco) Jaime Navarro y Agustín Casanovas (militantes de la CNT catalana) y poco después llegó Pedro Boadas de la misma Regional. Era habitual, por aquel entonces, que a los locales del sindicato anarquista “Federación Obrera Regional Uruguaya (F.O.R.U.)”  llegaran:

“algunos de los que no se puede nombrar, que habían elegido el Uruguay para descansar y esperar ‘que se enfriara la cosa’ en sus respectivos escenarios de acción”

Los comunistas denostaban el local como “refugio de pistoleros”. Recordar que, por aquella época, en España estaba la dictadura proto-fascista de Miguel Primo de Rivera y que el Uruguay; des del movimiento político liberal progresista inaugurado por el, varias veces, presidente de la República, José Batlle y Ordoñez; se había convertido en lugar de refugio político para varios exiliados, como, por poner solo dos ejemplos, la intelectual feminista canaria Mercedes Pinto o la militante anarco-comunista argentina Virginia Boltten, por lo que (en principio) había directrices claras de no intervenir en ninguna actividad, legalmente comprometida, en el país por parte de estos asilados.

Por este motivo cuando, para sorpresa de todos, se produjo el asalto armado a la Casa de Cambio Messina (en el que participaron Jaime, Agustín y los hermanos Moretti, entre otros, y donde hubo varios heridos y muertos), el 25 de octubre de 1928, en el local de la F.O.R.U. (Soriano, 1433) irrumpió, unos días después, el compañero Monteserín, exclamando:

- “¿Se da cuenta compañero? ¡Qué barbaridad! ¡Qué vergüenza para el movimiento! ¡Qué desastre! (…) ¡Esos catalanes, fanfarrones, hijos de puta! ¡Y enredaron a los Moretti! ¡Y metieron bala a diestra y siniestra! ¡Creo que hasta un lustrabotas mataron! ¡Y no tenían porque hacerlo! No les faltaba nada. Tenían casa, comida, todo y la orden de quedarse quietos, de no hacer nada en el Uruguay”.

2) Algunos apuntes sociológicos del Uruguay

La aparición de la violencia revolucionaria anarquista, por parte de expatriados catalanes, cayó como un jarro de agua fría, entonces, en el “país de las cercanías”, tranquilo, algo pacato y poco amigo de que los antagonismos políticos se excedieran en demasía. La sociedad uruguaya había quedado muy conmocionada. Esta reacción, sin duda, no fue producto de otra cosa que de un proceso socio-político que, paralelamente, a la difusión del liberalismo progresista de Batlle y Ordoñez, aun con sus oscilaciones, fue acompañado del disciplinamiento de la sociedad que se impuso durante el Novecientos que, junto a la represión del ocio excesivo y al puritanismo sexual:

“(…) se horrorizó ante el castigo de niños, delincuentes y clases trabajadoras y prefirió reprimir sus almas, a menudo inconsciente del nuevo método de dominación elegido”.

Es decir, que la otra cara de una sociedad “moderna y progresista”, ejemplo en la región latinoamericana, de la “Republiquita con leyecitas avanzaditas”, que ironizó el batllismo, era la convergencia paradójica, entre la Iglesia Católica y la burguesía, para disciplinar los cuerpos a fin de hacerlos más funcionales para el trabajo. De este carácter, algo pacato, de la psicología social uruguaya, impuesto por el sistema de dominación en la República, tenemos otro ejemplo en el hecho de que, entre la militancia izquierdista de los sesenta, al margen de su activismo revolucionario, no se produjo, por regla general, un cuestionamiento de la familia como estructura social básica. Este proceso empezará, realmente y con fuerza, a partir de la década de los 90, asemejando a Uruguay, en este aspecto, a las sociedades de Europa occidental.

Por otra parte, ya en 1989, el sociólogo Alfredo Errandonea comentaba en “Las clases sociales en el Uruguay” como “la tradicional integración social de la sociedad uruguaya”, aun manteniendo el ingrediente arcaizante de una oligarquía agraria que controlaba el 70% de las exportaciones agropecuarias, seguía funcionando bajo formas políticas de dominación vinculadas a la socialdemocracia (más bien al liberalismo progresista neo-batllista, diría yo) pero con fórmulas distributivas deterioradas. Es decir, la reflexión acorde seria que si el Uruguay, históricamente, intentó construir un Estado del Bienestar esto fue acompañado, también, de una cultura asociada al consenso social, pero, como las formas culturales cambian a menor velocidad que las condiciones materiales que las alumbraron, pues el deterioro del primero no va, automáticamente, asociado a la disolución de las segundas.

3) Alfredo M. Bonanno y el Uruguay: el vector social del anarco-insurreccionalismo

En enero del año 1988, Alfredo M. Bonnano, teórico y activista del anarquismo insurreccionalista italiano, publicó el artículo “El proyecto revolucionario” en la revista “Anarchismo”. Allí hace una crítica del “compañero individualista” celoso de su propio yo que tiende a interpretar cualquier colaboración como una cesión, pero también crítica a aquellos que pertenecen a organizaciones estructuradas (como el anarcosindicalismo) afirmando que se mantienen, para él de forma tediosa por lo que se desprende del tono de sus escritos, a la espera de un improbable crecimiento cuantitativo. Bonnano propone, por el contrario, actuar en base a una afinidad fraguada al calor de la profundización en los problemas sociales y la lucha de clases.

Al margen de que yo no me considero seguidor de las ideas de Bonnano, si encuentro sus ideas alejadas de lo que me parece “cainismo político” de ciertas expresiones del insurreccionalismo más nihilista, en países como Chile y Grecia. En numerosas ocasiones, por ejemplo, ciertos grupos e individualidades han usado su praxis para cargar contra compañeros que se comprometen de otra forma, cuando a mi parecer se debería mirar de sumar en lugar de restar. El domingo, 2 de febrero de 2020, ya se realizó en el CSO May Day del barrio del Raval en Barcelona una charla, con compañeros anarquistas uruguayos, donde ya nos recalcaron la vocación, profundamente, social del anarquismo de allá (incluso de sus tendencias más radicalizadas) y su participación en diferentes luchas populares, incluso con otros sectores de la izquierda revolucionaria, todo ello con evidente ánimo anti-sectario. Por lo que yo recuerdo, había una gran influencia de Bonnano en sus análisis.

3) Concluyendo…

Personalmente, me siento bastante identificado con el anarquismo uruguayo, incluso con su tendencia insurreccionalista. Quizás no tanto con sus análisis y líneas políticas, pero si con una vocación que recuerdo, profundamente, social y contraria al cainismo político. La reacción de los anarcosindicalistas de la F.O.R.U., a principios del siglo XX, frente al asalto armado al Cambio Messina creo que hay que interpretarla, entonces, como una postura contra una acción que se había efectuado al margen del contexto de la lucha de clases, en curso en el país, y protagonizada por militantes catalanes de la CNT cuyos objetivos políticos, realizando dicha acción, estaban lejos de la Banda Oriental.

A mi modo de verlo, estas características políticas e ideológicas del anarquismo uruguayo no pueden abstraerse del proceso de formación socio-histórica del país, con una gran cohesión de las clases obreras y populares, y aunque esto se haya venido deteriorando no se ha llegado, a mi parecer, al nivel de otros contextos sociales que, lamentablemente, han visto aparecer ciertas tendencias cainitas en la sociedad en general y en el anarquismo en particular. Ahora bien, para nada considero que esto sea algo de lo cual sacar pecho, pero si que me parece ejemplo de un modelo que podría ser un referente en otras latitudes.

                                                                                                                                             

                                                                                                                                              Alma apátrida

 

Bibliografía:

REGINO Práctica y capacidad de proyección insurreccional septiembre 18, 2025 https://periodicoanarquia.wordpress.com/.

NEVES, SALVADOR y PEREZ COUTURE, ALEJANDRO Pólvora y tinta: andanzas de bandoleros anarquistas Editorial Fin de Siglo – Colección raíces, 1993. Páginas 35, 36, 59, 80, 81 y 82.

PEDRO BARRÁN, JOSÉ Historia de la sensibilidad en el Uruguay (La cultura “bárbara” y el disciplinamiento) Ediciones de la Banda Oriental, 2011. Páginas 217, 223 y 224.

RUIZ, ESTHER y PARIS, JUANA Ser militante en los sesenta en PEDRO BARRÁN, JOSÉ, CAETANO, GERARDO y PORZECANSKI, TERESA Historias de la vida privada en el Uruguay Taurus – Ediciones Santillana S.A., noviembre de 1997. Página 277.

ERRANDONEA, ALFREDO Las clases sociales en el Uruguay Ediciones de la Banda Oriental – Centro Latinoamericano de Economía Humana. Montevideo, octubre de 1987. Páginas 145 y 147.

BONNANO, ALFREDO M. No podréis pararnos: la lucha anarquista revolucionaria en Italia Editorial Klinamen – Ediciones Conspiración, octubre de 2005. Páginas 133, 154, 155 y 156.

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