Faraón, el Profeta y los revolucionarios: El régimen militar de Abdul Fatah al-Sisi y el regreso del nacionalismo faraonista a Egipto

1) Los gacetilleros de la prensa liberal en Europa destacan la “estabilidad”

El reciente artículo del periodista Joaquín Luna de La Vanguardia titulado ¿Quién paga la fiesta en Egipto? (13/12/21) destaca el creciente corifeo de palmeros internacionales que está sumando el actual “rais” egipcio, quien en 2013 depuso con un Golpe de Estado al islamista Mohammed Mursi de la Presidencia del Gobierno. Si bien hay que recordar, como nos señalaba el periodista corresponsal, y colaborador habitual de La Directa, Marc Almodóvar, que esta definición depende, en buena medida, del bando desde donde se mire, si es desde el de los Hermanos Musulmanes o el de Tamarod: es decir, la campaña de recogida de firmas, iniciada por cinco jóvenes cairotas, para destituir al anterior presidente y que desembocó en un amplio movimiento social que motivó la entrada en escena, una vez más, del Ejército. Así, Marc Almodóvar define este escenario como Cop revolucionari o revolució colpista en su libro Egipte rere la barricada, editado en catalán por Virus el mismo año de los hechos.

Joaquín Luna de La Vanguardia expone, entonces, una situación donde, debajo de los flamantes megaproyectos como la construcción de una nueva capital o el desdoblamiento del Canal de Suez, subyace la situación de pobreza de un tercio de la población y el autoritarismo militar. ¿La baza del régimen ante un posible descontento? Mostrar la situación de Siria, Libia o Irak. O nosotros o el caos, vamos. Así que, a pesar del tono de denuncia del artículo, Joaquín Luna pronostica una larga era al-Sisi sustentada, en buena parte, en el incremento de las inversiones internacionales atraídas por las facilidades y “estabilidad” política que las botas y los fusiles prometen. Así, mientras Joaquín Luna nos presenta, citando al analista europeo Anthony Dworkin, a un nuevo Nasser, queriendo solucionar el paro a base de la promoción de obras públicas, cual F.D. Roosevelt vestido de caqui, Marc Almodóvar destacaba, ya en 2013, el retorno de varias figuras del liberalismo económico de la era Mubarak al Ministerio de Finanzas.

2) El análisis de clase y la difícil toma de postura para los revolucionarios

Para Marc Almodóvar el fracaso a medias de la Revolución Egipcia de 2011 contra Hosni Mubarak consiste en:

(…) no haver sabut evitar topar frontalment amb el mur d’una dialèctica política arrelada al cor de la societat egípcia (…) El de no haver sabut escapar de la teranyina ordida per islamistes i militars.

Una buena explicación de los fundamentos de esta dialéctica se encuentra en la obra clásica, de los 80, Faraón y el Profeta del politólogo y orientalista Gilles Keppel. En ella defiende lo siguiente:

(…) la función sustitutiva que desempeña el movimiento islamista cuando el poder impide la expresión en términos políticos de todo debate social. El orden establecido es criticado por los islamistas a partir de la exclusiva referencia al orden trascendental (…)

Es decir, según Gilles Keppel, en un escenario de régimen autoritario y falta de libertades, las inquietudes y necesidades de la población se manifiestan a través de sus creencias religiosas, lo que permite a una organización como los Hermanos Musulmanes (que, en su base, no es estrictamente política) extender su influencia entre las capas sociales empobrecidas y los círculos profesionales. Así la estrategia de Mubarak, a diferencia de la de al-Sadat a inicios de los 80, fue permitir cierta expresión política plural, en el seno de la sociedad egipcia, pero controlada, con la intención de perjudicar a la Hermandad, al privarla de esta función sustitutiva, pero lo único que consiguió, temporalmente, fue limitar su posibilidad de dar el salto político: sus bases se mantuvieron intactas debido, en buena parte, a su guerra de posiciones microsociológica con la politización de una serie de prácticas cotidianas y permeabilidad de su discurso sobre la familia a la intimidad de los hogares.

En el año 1994, el marxista británico Chris Harman (miembro del neotrotskista Socialist Workers Party) publicó el artículo El Profeta y el proletariado que quiso dar un giro de 180 grados a la visión que, hasta ese momento, había tenido el conjunto de la izquierda revolucionaria sobre el fenómeno islamista. En él afirmaba que en relación a estos movimientos no se había entendido, siguiendo la estela de Marx, que la religión no era algo inmutable, sino una serie de ideas e instituciones que se desarrollan en el contexto de una sociedad de clases concreta. Es decir, se había caído en el más burdo idealismo. Así, entendió que estaba el islamismo de los viejos explotadores, formado por las clases dominantes que se benefician del sistema de capitalismo dependiente, y sus regímenes autoritarios, y el islamismo de los nuevos explotadores dirigidos por una nueva burguesía emergente, con cuadros políticos de clase media y sustrato social en las capas empobrecidas.

Chris Harman afirmaba que en condiciones normales (es decir, de democracia burguesa con derechos formales) estos últimos serian, también, enemigos abiertos del proletariado. Pero, en el contexto, de un régimen autoritario militar podían resultar aliados vacilantes como lo fueron los democratacristianos catalanes en los últimos años del franquismo (el Consell Nacional de la Democràcia Catalana donde estuvieron representados, a partir de 1945, también contó con la participación de algunos grupos de la CNT). Por ejemplo, en el caso español podemos destacar, como iniciativa, la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas que, a partir de octubre de 1944, agrupó a republicanos, socialistas y anarcosindicalistas con la intención de unir esfuerzos en la lucha contra el Régimen.

Aun así, por parte de los dispersos grupos e individualidades anarquistas del mundo árabe no se llega a ese nivel de pragmatismo pues, o bien, solo se acepta una confluencia puntual en la calle (en países como Marruecos donde el islamismo de los nuevos explotadores está en la oposición) o bien se llama a la confrontación directa con ataques a sus sedes (como es el caso de Egipto por haber estado ya en el poder).

En una entrevista al anarquista egipcio Mohammed Hassan Aaza, del 13 de julio de 2013, después de la caída de Mursi, este destaca la importante derrota de los Hermanos Musulmanes ante la ofensiva de movimientos estudiantiles revolucionarios en uno de sus principales feudos: la Universidad. Ante reivindicaciones como la expulsión de las fuerzas de seguridad o la atención sanitaria estos se ponían al lado de la Administración. Parece ser, entonces, el inicio de una venganza histórica ante la imposición de los jama’at islamiyya (asociaciones islámicas) en los Campus que, a partir de 1977, habían impuesto su ley en las universidades desplazando a las corrientes marxistas y a la izquierda nasseriana.

Pero, por otro lado, también indica las limitaciones estructurales de la izquierda revolucionaria y el anarquismo, que muestra dificultades para sobrepasar este marco, a diferencia de los ijwan (hermanos). Además, el hecho de que al-Sisi se vea más como un Nasser que como un Mubarak, en cuanto a la dureza de su régimen, puede favorecer a los islamistas por lo que nos comentaba Gilles Keppel de la “alternativa trascendental” ante la imposibilidad de la disidencia política abierta. Hay cierta coincidencia, entonces, entre lo que nos dice el politólogo orientalista y la idea freudiana de sublimación ante la presencia avasallante de un superyó vestido de caqui. De hecho, el título de su obra Faraón y el Profeta no deja de indicar cierta analogía entre el “rais” y el primero, así como la figura del líder islamista y el segundo usando el mito bíblico y coránico, basado en el Antiguo Testamento, del enfrentamiento de Moisés contra el Faraón de Egipto por liberar al pueblo hebreo de la “esclavitud”. Aunque la idea de huida de la sociedad opresiva para volver a un islam prístino (pero mediante la construcción de una “sociedad paralela”) quizás se corresponda más, históricamente, a grupos como la Jama’at al-muslimun (Sociedad de los Musulmanes) de Chukri Mustafá que, propiamente, a los ijwan fundados por Hasan al-Banna.

3) El mito nacional estabilizador de al-Sisi: neofaraonismo y egiptología

Pero, desde luego, esta mítica analogía no es exclusiva de la oposición islamista (que tuvo su clímax, por cierto, en la exclamación de un miembro del grupo armado Al Jihad al asesinar al “rais” Anuar el-Sadat, el 6 de octubre de 1981: Soy Jalid al Islambuli ¡he matado al Faraón y no temo la muerte!) sino que, a la inversa, se ha hecho propia también del actual presidente de Egipto. El 3 de abril, de este año que ya termina, el Gobierno organizó una procesión apoteósica en las calles de El Cairo. Embellecidos y pulidos féretros con las momias de 22 reyes y reinas del Antiguo Egipto se trasladaron del Museo Egipcio al nuevo Museo Nacional de la Civilización Egipcia, inaugurado a bombo y platillo por el presidente Abdul Fatah al-Sisi. Sibilinamente, la ceremonia revestía al actual “rais” como heredero de los legendarios Ramses II y Tutmosis III. De hecho, el nacionalismo faraonista egipcio hunde sus raíces en el partido Wafd (Delegación): herederos de la corriente liberal occidentalizada a cuyos miembros los reformistas musulmanes de la primera salafiyyah acusaban de mutafarnichin (afrancesados).

En consecuencia, defendían su pertenencia al mundo occidental argumentando que este, de hecho, tenía su origen, de algún modo, en las mutuas influencias del Egipto faraónico y la Grecia Clásica, con el sincretismo de la época helenística (entre la muerte de Alejando Magno y Cleopatra): a propósito de esto, existe una obra del historiador inglés Martin Bernal llamada Atenea Negra: las raíces afroasiáticas de la civilización clásica que ahonda en un argumentario parecido aunque remontándose más atrás en el tiempo. Un ejemplo, entre muchos, de cómo las distintas corrientes historiográficas sirven, eficazmente, a distintos proyectos políticos. El Wafd fue disuelto en 1952 al llegar al poder los Oficiales Libres de Gamal Abdel Nasser y con él llegó el declive del nacionalismo faraonista.

Este parece resurgir hoy en la figura de Abdul Fatah al-Sisi aunque, eso sí, bajo una forma sincrética que incorpora la tradición árabe e islámica. De esta forma, hoy en día, algunos desvergonzados simpatizantes del sionismo como el profesor Federico Gaon de la universidad privada uruguaya ORT, esperan que este producto ideológico, contribuya a la “estabilidad” en la región: eufemismo de que continue servil al apartheid israelí. Continuamente, la cacareada estabilidad. Y, curiosamente, aquí es donde el nacionalismo faraonista y la historiografía (concretamente ciertas corrientes de la egiptología) pueden tener otro punto de coincidencia, listo para ser explotado por el actual régimen militar.

En la célebre obra Reyes y Dioses (1948) del egiptólogo, arqueólogo y orientalista holandés Henri Frankfort (1897-1954) se señala, respecto a la antigua Civilización Egipcia, lo siguiente:

Es natural que no encontremos en Egipto ningún instrumento legal para remplazar al rey, pero todavía es más interesante, como prueba de que el pueblo reconocía el carácter sobrenatural de la realeza, que en toda la larga historia de Egipto no haya testimonio de ninguna sublevación popular.

Y esto era así porque, según Henri Frankfort en Reyes y Dioses, para la cosmovisión egipcia (a partir de la teología menfita) el Faraón no es que estuviera ahí por designio divino, sino que él mismo era un Dios encarnado: se llega a identificar al Faraón muerto con Osiris y a su hijo con Horus quien consigue la inmortalidad manteniendo una relación forzada incestuosa con su madre Isis y así volviendo a nacer siendo padre e hijo a la vez. La inmortalidad es, pues, fruto de una violación y un incesto, en un Dios que se engendra a sí mismo según Frankfort. Leemos en un papiro:

Isis está desmayada sobre el agua.

Isis sale del agua.

Las lágrimas de Isis caen sobre el agua.

Ved, Horus viola a su madre;

Y las lágrimas de ella caen en el agua.

Quien imagina así, en su delirio de grandeza, ser heredero de Ramses II y Tutmosis III cree conjurar el peligro de una revolución habiendo traicionado al mismo movimiento social que le llevó al poder ante la deriva autoritaria de los Hermanos Musulmanes. Abdul Fatah al-Sisi es hijo de Tamarod y padre de un nuevo faraonismo político que tiene la ambición de ser sociológico (aunque los apoyos del presidente no llegan a la mitad de la población) y que sobre todo promete estabilidad política a los inversores internacionales. La vieja egiptología orientalista de matriz europea pareciera dar cierta cobertura mítica a sus grandilocuentes aspiraciones con su idea de un Antiguo Egipto sin revoluciones.

Pero el africanista español Ferran Iniesta no parece ser de la misma opinión: señala que entre el 2200 y el 2050 a.C. se da un período de revolución social y fragmentación política en Egipto como si de una suerte de “insurrección cantonal” se tratara, pues cada localidad dio mayor importancia a la divinidad propia. A partir de ahí, las nuevas dinastías herakleopolitana y tebana se ven forzadas a moderar el derroche, mostrarse útiles y compartir las convicciones populares. En Las lamentaciones de Ipu-wer (escritas por un antiguo alto funcionario o sacerdote) se da cuenta de la situación generada por la revolución, lógicamente, desde el punto de vista de un antiguo privilegiado:

Ved, pues, cómo muchos muertos se lanzan al río,

Su tumba son las aguas…

Ved, pues, cómo la sonrisa ha desaparecido.

Ya no se sonríe, y sólo se extienden los lamentos…

De ahora en adelante, las señoras de antaño

Sufrirán como antes lo hicieron las sirvientas…

Ved, pues, como los hijos de los ayer poderosos

Son estrellados en las paredes…

Se ha destruido el grano en todos los caminos…

El almacén está vacío…

Las fórmulas mágicas han sido divulgadas                          

Y su contenido ya es ineficaz…

Los despachos administrativos están abiertos…

Se mata a los escribas y se roban sus escritos…

Ved, pues, cómo quien dormía sin mujer

Ahora halló nobles damas…

Ninguna función está en su sitio…

Acordaos de la observancia de las reglas,

De la justa sucesión de los días…

Es bueno, sin duda, cuando los caminos son para pasear,

cuando las manos de los hombres construyen pirámides…

cuando los gritos de alegría están en todas las gargantas…

                             

                                                                      Lamentaciones de Ipu-wer      (traducción de C. Lalouette)

 

4) Concluyendo…

Imagino que Abdul Fatah al-Sisi no está pensando en estas lamentaciones, por la justicia de clase y la divulgación del conocimiento que provocó la revolución, cuando reivindica el nacionalismo faraonista y es que todo mito nacional no es más que una muestra sesgada de hechos históricos convenientemente tamizada por unos intereses de clase muy concretos. La situación actual en Egipto, después del Golpe de al-Sisi, pareciera poner al mismo lado de la barricada a los ijwan y a los impulsores de Tamarod aunque es evidente sus enormes diferencias y el desprecio que sienten mutuamente. De todas maneras, a lo largo del tiempo, de ese encontrarse en la calle paradójico quizás también puedan surgir confluencias peculiares y evoluciones singulares.

¿Pudiera ser ahora un buen momento para recordar El Profeta y el proletariado de Chris Harman o todavía es demasiado reciente la deriva autoritaria de los ijwan? En Marruecos, entre la izquierda revolucionaria se da un debate entre aquellos que creen que es posible una confluencia puntual en la calle con los islamistas y aquellos que afirman que La sangre de los mártires aún no está seca refiriéndose a que las acciones terroristas de grupos islamistas contra ellos en el pasado aun impiden cualquier acuerdo de mínimos. Si bien Marruecos y Egipto tienen procesos históricos distintos puede darse un debate similar en este sentido hoy en día.

                                                                                                                                             Alma apátrida

 

Fuentes:

LUNA, JOAQUÍN ¿Quién paga la fiesta en Egipto? La Vanguardia, 13/12/21.

ALMODÓVAR, MARC Egipte rere la barricada: Revolució i contrarevolució més enllà de Tahrir Virus editorial, desembre de 2013. Pàgines 253, 304 i 305.

KEPPEL, GILLES Faraón y el Profeta Muchnik Editores, 1988. Pàgines 81, 84, 142, 205, 206, 256 i 257.

SINGERMAN, DIANE Redes, marcos culturales y estructuras de las oportunidades políticas. El movimiento islamista en Egipto en BENNANI-CHRAÏBI, MOUNIA y FILLIEULE, OLIVIER (Eds.) Resistencia y Protesta en las Sociedades Musulmanas Edicions Bellaterra – Biblioteca del Islam Contemporáneo, 2004. Pàgina 228.

KARVALA, DAVID La izquierda y el islam Rebelión 25/08/2011.

MELÉNDEZ, J. Anarquismo en Egipto: Una entrevista desde la plaza Tahrir Portal Oaca, 3 de julio de 2013.

STEPHENS, J. Anarquismo en Egipto luego de la Hermandad: Una entrevista Portal Oaca, 13 de julio de 2013.

GAON, FEDERICO El Regreso del Faraonismo en Egipto https://federicogaon.com/ 11 de abril de 2021.

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INIESTA, FERRAN Thot. Pensamiento y Poder en el Egipto Faraónico Catarata-Casa África, 2012. Páginas 102 y 103.

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