Carlos Barros (Vigo, 1946) es un historiador y militante del PCE de Galicia. En 2020, salió a la luz su obra La Base Material de la Nación: El concepto de nación en Marx y Engels. En ella, basándose en la obra del marxista ruso Ber Borojov, intenta explicar la aparente contradicción entre la crítica marxista clásica al hecho nacional, como fenómeno metafísico mediante el cual la burguesía pretende arrastrar al proletariado a la defensa de sus intereses, y la pervivencia, aun así, de los fenómenos nacionalistas. Para ello hace uso del término condiciones de producción mediante el cual intenta argumentar que la nación, como fenómeno interclasista, expresa el interés conjunto de la burguesía y el proletariado en la continuidad del proceso productivo. Es decir, la permanencia del nacionalismo se explicaría, según Barros, porque, a pesar de su antagonismo, las dos clases comparten un interés común en que la producción se mantenga en marcha.
Cuando leo esto, me viene a la
memoria aquel cartel del mayo del 68 en París que decía Le patron a besoin de toi, tu n’as pas besoin de lui (El patrón te necesita a ti, tú no lo
necesitas a él). Afirmar, descaradamente, que hay un interés compartido y
no que hay una asunción de los intereses de la burguesía por parte del obrero
es mezquino y representa la continuidad de las ideas del carrillismo
eurocomunista (y su frente patriótico con la burguesía “democrática”) por parte
de la intelectualidad orgánica del PCE. La clase obrera ha venido demostrando
históricamente en España, Argelia, Argentina etc., que la continuidad del
proceso productivo no depende para nada de una supuesta conjunción de
intereses con el enemigo de clase. Es más, de hecho, no solo ha sido capaz de
darle continuidad sino de modificarlo substancialmente a fin de
construir una economía al servicio de la gente.
¿Y qué tiene que ver esto con el caso catalán?
Pues que, si seguimos el razonamiento de Carlos Barros con la modificación que
se ha dicho, la base social del nacionalismo independentista catalán será,
lógicamente, la que asuma con mayor énfasis esa forma ideológica de interés
conjunto. Y ahí tenemos a la Intersindical-CSC referente de toda esta gente
que más bien parece un apéndice de la Generalitat que un sindicato. A la vez
que tenemos una COS que en alguna ocasión ha rechazado convocar a las
movilizaciones del procés pero que, a pesar de todo, sigue políticamente
encorsetada a él a través de su integración orgánica en su apéndice de extrema-izquierda.
Solo la clase media profesional asalariada; cuya identificación con la clase
media depende, no de un hecho objetivo como la propiedad de un negocio,
sino de un hecho subjetivo como considerarse al margen del proletariado por el
status que le da su formación, podría ser un ejemplo tan evidente de lo que se
está argumentando.
Es decir, no dejan de ser aquella
parte del proletariado, con mejores condiciones de trabajo, que, como
consecuencia, han asumido esta forma ideológica de interés conjunto. La
Nación no tiene una existencia real, material, es una forma metafórica,
poética, que expresa unas determinadas relaciones sociales de poder. Y hay que
tener muy en cuenta esto cuando, incluso des del anarquismo lo cual me repatea,
se asumen acríticamente conceptos como Liberación Nacional o Autodeterminación
sin analizar que encaje material específico tienen en una sociedad como la nuestra.
Personalmente, me recuerdan aquel pasaje de La República de Platón donde
decía, sin tapujos, que había que expulsar a los poetas de la polis pues
no hacen más que corromperla. Evidentemente, hay poesía y poesía, pero cuando la
prosa poética se usa para embellecer la opresión hay que denunciarlo a viva
voz.
Sinceramente, podrían perfectamente
estar en Italia y fundar el Front Socialista d’Alliberament Nacional de la
Padania e investir a Salvini mientras gritan a viva voz contra la opresión
del imperialismo romano y hacen la vista gorda ante el racismo más descarado: al
fin y al cabo no les he visto decir nada ante las proclamas fachas de Laura
Borras sobre los catalans o los espanyols nascuts a Catalunya o
de los señoritingos del Manifest Koiné hablando de los colonos
involuntarios de Franco. El problema que tenemos entre manos los
anarquistas y revolucionarios que no nos hemos tragado este puto cuento es que
el fascismo, o filofascismo me da igual, es enemigo acérrimo de la racionalidad
y apela a emociones muy poderosas como el miedo. Así que difícil lo tendremos,
por muchos análisis o difusión que hagamos, porque el pánico a descender
socialmente de aquellos que han conseguido algo, por poco que sea, es tan atroz
que no les permite pensar con claridad.
Contra el clasismo nacionalero ¡Revolución obrera!
Alma apátrida
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