Sobre el despegue insurreccional: reflexiones acerca de las potencialidades y peligros de la inflación ideológica en el movimiento anarquista

1) Empezando…

El pasado 18 de junio de 2021 se realizó en el hospitalense CSO l’Astilla (Vilafranca, 22) una charla-debate acerca del método insurreccional en el anarquismo (es de destacar que se habló en estos términos y no de insurreccionalismo) a través de la experiencia de un compañero de las antiguas Juventudes Libertarias que participó de esa experiencia de lucha y fue represaliado como consecuencia de ello. Este escrito no pretende ser una crónica del acto sino una reflexión en relación a algunas potencialidades y problemas que considero están presentes en dicho enfoque y que, a un nivel más general, son comunes a buena parte del movimiento libertario en Barcelona y más allá. A lo largo de su vida, en toda persona o colectivo, se puede dar un proceso ascendente, descendente u oscilante en cuanto a su nivel de implicación y compromiso en la lucha que puede depender de múltiples causas como la trayectoria vital o la duración del proyecto. En esta ocasión, me interesa el caso de aquell@s compañer@s o proyectos que en algún momento se han encontrado en la primera situación.

2) La inflación ideológica

Para las corrientes monetaristas en economía la inflación se da como resultado de un exceso en la oferta de dinero. Una postura más crítica, diría que el hecho de que un Estado decida augmentar la emisión de papel moneda puede responder a su voluntad de parchear las consecuencias sociales de una economía endeble, o con una alta concentración de la riqueza, creando una falsa sensación de abundancia en la sociedad para compensar, por ejemplo, la huida del dinero a paraísos fiscales. Su exceso disminuye su valor de cambio por bienes y servicios. Para el economista libertario y cenetista, algo ortodoxo, Abraham Guillén no era más que una consecuencia de camuflar un proceso artificial mediante el cual el Estado, como entidad parasitaria, se abstraía de la economía productiva que el compañero, en última instancia, reducía teóricamente a la agricultura y la industria y nos explicaba como el Estado, así, podía otorgar la liquidez para remunerar a unos sectores terciarios (servicios) y cuaternarios (conocimiento) hipertrofiados a costillas de las dos primeras.

Las distintas ideologías, algunas como partes más o menos subalternas de la estructura simbólica de la sociedad, no responden a una lógica muy distinta: el proceso, individual o colectivo, mediante el cual se produce una radicalización de la praxis política va acompañado casi siempre, y el compañero que expuso su experiencia y recorrido de lucha así lo confirmó, de un fuerte proceso de ideologización a través del debate hasta altas horas y la lectura de todo lo que caía en nuestras manos como bien puntualizó. Es decir, se produce, progresivamente, una hinchazón del globo de la ideología que, si bien puede compensar, momentáneamente, la frustración de convivir en un tedioso desierto político en el cual se languidece cotidianamente para nuestra desesperación no se trata, a la vez, de más que un parche mediante un proceso que nos abstrae progresivamente de la capacidad de incidencia en las causas sociales profundas de este desfase.

Es decir, aunque queramos llenar el depósito de combustible ideológico para despegar de una realidad asfixiante, al fin y al cabo, el sitio donde aterricemos no ofrecerá muchas garantías para cambiar nada porque habremos perdido el contacto con la superficie. Es cierto, que viviremos la emocionante experiencia de salir de toda esta mierda, pero, paradójicamente, habremos perdido buena parte de nuestra capacidad para cambiar nada. No debemos olvidar que toda ideología es falsa conciencia y que, por tanto, se convierte en un tóxico si se hace abuso de ella, aunque en su justa cantidad nos haga flipar.

3) El sistema lo sabe y se aprovecha de ello             

Quizás no hayamos reflexionado suficiente acerca de que la hiperideologización revolucionaria de ciertas minorías en el seno de la sociedad no es más que una consecuencia subalterna de una estructura simbólica capitalista hipertrofiada. Es decir, existe, a mi entender, una auténtica saturación de ideología sistémica a través de la industria cultural (medios de comunicación, cine, literatura, videoclips etc.) cuando en la etapa clásica del capitalismo la burguesía no mostraba tanto interés en nuestras mentes sino en explotar nuestros cuerpos (de las primeras se encargaba la filantropía religiosa: papel disputado con éxito por el movimiento libertario de ahí el cambio de actitud, creo, de la burguesía). Esto no significa, por supuesto, que estas minorías revolucionarias asumamos la ideología sistémica, pero si, creo, corremos el riesgo de asumir la centralidad del papel de la ideología en nuestra praxis. ¿Como nos explicamos, si no, la diferencia entre la fuerte combatividad en las protestas por el encarcelamiento de Pablo Hasél y el decepcionante escaparate de siglas en que se convirtió la primera concentración contra la draconiana subida de la luz?

Para mi la respuesta está clara: en el segundo caso, no se trata explícitamente de una protesta con una fuerte carga ideológica sino por las condiciones materiales de existencia. Y al contrario, el primer caso, agrupó más fácilmente al endogrupo fuertemente ideologizado actuando de vanguardia de otros sectores que pueden estarlo, pero menos, así como algunos sectores precarizados hartos de la policía y dispuestos a reapropiarse de algo de la riqueza social que les ha sido arrebatada por la violencia del sistema económico. No es que lo critique, sino que pienso que su poca potencialidad para cambiar algo es directamente proporcional al nivel de endogamia política de sus participantes, sinceramente. Y eso los que tienen el timón de la sociedad lo saben perfectamente pues su fuerza represiva se basa precisamente en la capacidad que tienen para crear un contexto social en el que nuestra praxis política sea impermeable hacia aquellos que tienen la real potencialidad de cambiar las cosas.

Y lo peor de todo es que muchos de nosotros lo han asumido, no ya solo de forma visceral, que eso lo ha hecho todo el mundo una tarde de calentón en el bar u otros espacios, sino que han construido todo un edificio, a mi parecer más ideológico que teórico, que no es más que una justificación política de la impotencia y el derrotismo. Y eso no deja de ser tirarse piedras sobre el propio tejado pues de la constante expansión de nuestras ideas y praxis depende lógicamente su pervivencia.

4) Bueno ¿y entonces qué?

Pienso que el dilema no tiene fácil solución. Es cierto que es realmente tediosa la eterna espera a que las masas trabajadoras decidan hacer algo, pero, no es menos cierto que acabar perdiendo el contacto con ellas por el flipe producido por el tóxico de la ideología puede ir parejo a cierto peligro de deshumanización ante la posibilidad de la pérdida progresiva de la práctica de la empatía. Esto no es una broma, no se puede negar deliberadamente, a mi entender, nuestra naturaleza intrínsecamente social, aunque esto signifique, en la práctica, que a pesar nuestro formamos parte de la mierda que combatimos y que, seguramente, eso no es malo del todo porque nos permite mantener un pie en el suelo y no caer en una absoluta abstracción de consecuencias inciertas. Si tuviera que usar una metáfora, me gusta aquella del globo aerostático que, a pesar, de todo sigue atado con una cuerda en el suelo: así la gente común puede elevarse más allá de la opresiva superficie sin la necesidad de tener un conocimiento especializado que le permita pilotar ese precario medio de transporte aéreo.

                                                                                                                                             Alma apátrida

Comentarios

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  2. En serio, me encanta la peña que va a una charla, se calla sus críticas o discrepancias o aportaciones, constructivas o no, durante el debate posterior, pero luego llega a su casa y saca un texto en Interné. No sé, tron, es obvio que has estado en la charla, ya que tienes una idea bastante aproximada de algunas de las cosas que se hablaron, ¿por qué nada de ésto surgió durante el debate?, y lo más importante, si te callaste entonces, ¿a qué viene esto?

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  3. Estoy de acuerdo con parte de tu crítica, ya hemos visto como muchos grupos se arman en ghetto y a se alejan de la realidad debido a prácticas poco prácticas. Ahora bien, realmente es bueno criticar el leer, la formación? o criticamos su aplicación en la sociedad? Porque entonces sería bueno tener una lista de materiales que sirven y otros que no, y ya de ahí en adelante seguir adelante con nuestro camino revolucionario

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