Históricamente, siempre hubo, a mi entender, dentro del anarquismo, polémicas y controversias varias respecto diferentes maneras de entenderlo: colectivistas (de cada cual según sus posibilidades a cada cual según su trabajo, como Bakunin) contra comunistas (de cada cual según sus posibilidades a cada cual según sus necesidades, como Cafiero o Kropotkin), sindicalistas (partidarios de la organización obrera y la revolución por etapas) contra inmediatistas (partidarios de la acción individual y la revolución espontánea), obreristas (que coincidían con el marxismo en entender al proletariado como clase social revolucionaria, como Juan García Oliver) contra humanistas (que entendían al conjunto de los seres humanos, como Federica Montseny o Diego Abad de Santillán) o posteriormente colectivistas-comunistas (pues estas dos tendencias acabaron convergiendo en el anarcosindicalismo) contra individualistas (que militaban en algunos grupos de afinidad siguiendo las ideas de Max Stirner y Emile Armand).
Quizás, pero, usar la preposición
contra sea exagerado pues todas estas expresiones dicotómicas convivían
dentro del movimiento libertario de forma más o menos armónica (si bien no
siempre como nos recuerda, lamentablemente, el asesinato en Buenos Aires del
responsable de La Protesta por el grupo de Di Giovanni después de que
este periódico obrero vertiera graves acusaciones infundadas contra el
anarquista italoargentino). A mi entender, hay que diferenciar claramente entre
lo que es la lucha exterior contra el Estado y el capitalismo, de lo que
es la lucha de líneas dentro del movimiento anarquista. Esta diferencia
viene definida por lo que son contradicciones antagónicas (es decir,
aquellas que son inasumibles por la ideología libertaria como son las derivadas
de una sociedad opresiva o de clases) y las no antagónicas (es decir,
aquellas que, aun siéndolo, pueden ser asumidas y resueltas desde dentro del
movimiento libertario).
Y aún menos de adherir a la
defensa de la explotación del hombre por el hombre (pido que se perdone
el sesgo de género que tiene el uso de esta histórica frase) que hace el
capitalismo. Ahora bien, esto no significa, a mi entender, que las concepciones
individualistas no fueran perjudiciales para el movimiento libertario de
resultar hegemónicas dentro de él ¿Por qué? Porqué la crítica en abstracto al Poder
como contrario a la Libertad obvia, según mi parecer, que el mayor
perjuicio en el marco de una sociedad de clases no es el uso de este Poder en
abstracto sino el uso de un Poder concreto como generador de desigualdad
social y económica. De hecho, si profundizamos en la historia del anarquismo
veremos múltiples corrientes de él defendiendo el uso de otro Poder concreto
como generador de revolución proletaria.
Una vez dicho esto, se podría objetar
a este artículo que afirmar que la lucha de líneas, entre las concepciones
filosóficas de anarcocomunistas y anarcoindividualistas, resulta de las principales dentro del movimiento libertario no debe obviar que la fundamental disyuntiva
radica entre los planteamientos y la praxis revolucionaria y la reformista. De
hecho, al fin y al cabo, comunistas e individualistas coinciden en su crítica a
la nueva versión populista del anarquismo que representa la adopción, por
algunos sectores renovados de este, de las ideas neomarxistas latinoamericanas
sobre el Poder Popular. A esto hay que decir que, de hecho, aunque estos
sectores renovados afirmen adherir también al comunismo libertario su
estrategia política es mas bien cercana a la defensa de un socialismo
libertario para el cual no tienen reparos en resucitar las concepciones
frentepopulistas del estalinismo y buscar la alianza con otras clases sociales
(pequeña burguesía y aristocracia obrera) aun jugando el papel de comparsa
libertaria de estos. El procés es un claro ejemplo de ello.
Ahora bien, tampoco soy tan
reduccionista de equiparar individualismo e insurreccionalismo anarquista pero,
entonces, si existen posturas comunistas libertarias entre los segundos es de
lógica pensar que su análisis de clase les llevara a diferenciarse,
progresivamente, de las posturas abstractas de crítica de la opresión del
Estado a los individuos para confluir ideológicamente con otros anarcocomunistas
que, si bien no compartan su forma de organizarse, si mantengan
posicionamientos similares. Entiendo que quienes defendían las posturas
comunistas dentro del anarquismo concebían que con la organización colectiva tenían
más a ganar que a perder algo que, por otra parte, apenas poseían: los
defensores de las individualistas, con su defensa de un modelo de socialismo
pequeño burgués o artesanal, podía ser justo lo contrario. Esta reflexión,
quizás, sea aun oportuna para enfocar este debate dentro del movimiento
libertario.
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