Ibn Jaldún: precursor árabe de la refutación sociológica de la astrología

1) La actualidad de la “superchería” astrológica

El 23 de septiembre de 2018, la periodista Lola Sampedro se preguntaba en el periódico “El Mundo” sobre El absurdo éxito del Horóscopo Negro. Y si bien el artículo, en su versión digital, iba acompañado, inoportunamente, de una fotografía de la actriz afroamericana Whoopi Goldberg en la película Ghost, buscando hacer un símil sibilinamente racista a mi entender, pero que no resulta demasiado extraño viniendo de donde viene, sorprende aun así el inusitado éxito de esta web de predicciones astrológicas (tiene casi 8 millones de seguidores en su página de Facebook). Hay que recordar que es a partir del siglo XVIII cuando la astronomía queda, definitivamente, divorciada de la astrología quedando relegada esta última en Francia a círculos esotéricos clandestinos combatidos incansablemente por los pensadores ilustrados.

Habrá que esperar hasta 1975, cuando sale la primera edición de The stars down to earth (traducida al castellano como Bajo el signo de los astros), para leer una obra donde el célebre filósofo de la “Escuela de Frankfurt” Theodor W. Adorno emprende una contundente crítica, a lo que llama “superchería” astrológica, des del ámbito de la sociología. Mediante un estudio detallado, que va de finales de 1952 a principios de 1953, de la sección astrológica de Carrol Righter publicada en “Los Angeles Times” disecciona las pautas sociales de comportamiento que promueve dicha publicación: a través de una serie de enunciados lo suficientemente ambiguos para no resultar, en absoluto, informativos se difunden una serie de mensajes que promueven valores como la sumisión a la jerarquía empresarial (disimulada como “amistades influyentes”) así como cierta concepción fatalista de la vida, tendiente a considerar lo que nos ocurre como resultado de fuerzas que escapan a nuestro control.

Theodor W. Adorno va más lejos y afirma que el capitalismo desarrollado, y su creciente proceso de división del trabajo, ha hecho aumentar la alienación y la evidencia que tiene la población de su dependencia de los grupos que llevan el timón de la sociedad que, junto a la dificultad por vislumbrar una salida revolucionaria, produce una regresión a creencias superadas por la modernidad. Para Adorno esta situación de sumisión se hace más soportable si se la afronta de un modo afirmativo una vez, repito, la “industria cultural” (medios de comunicación, literatura, cine etc.) ha reducido a la insignificancia cualquier proyecto o discurso alternativo. Así no es de extrañar que los mismos creyentes en la “superchería” astrológica adopten una actitud indulgente y semi-irónica hacia su propia creencia pues esta no expresa tanto la dependencia sino una ideología en pro de la dependencia. El esfuerzo por creer en ella expresa, entonces, una forma (resignada o entusiasta) de adhesión al sistema actual.

2) La “sociología de la astrología” occidental del siglo XX tiene una antecesora árabe en el siglo XIV

Como en el caso del inventor, y precursor de la aeronáutica, andalusí Ibn Firnas respecto Leonardo da Vinci, el intelectual árabe Al-Jahiz y su “Libro de los animales” (Kitāb al-hayawān) respecto la teoría de la selección natural de Charles Darwin o la Ética y educación para políticos (que aparece en el “Libro Mayor” al-Adab al-Kabir) de Ibn Al-Muqaffa respecto al Príncipe de Maquiavelo, muchas ideas centrales en el pensamiento y ciencia occidentales tienen antecesoras en la civilización árabe e islámica pues, por una parte, los intelectuales de las sociedades musulmanas recogieron el saber de la Grecia Clásica, aunque no solo, y lo pasaron por el tamiz de su propia interpretación y desarrollo y, por la otra, buena parte del resultado de esta original adaptación fue traducido al latín por la llamada “Escuela de Traductores de Toledo” en el siglo XIII.

Hay que decir que esto último no significa necesariamente, si bien no habría que descartar del todo la posibilidad, que los autores europeos mencionados conocieran dichas obras o autores, pero sí que el ambiente cultural y científico en el que se formaron es deudor de este legado intelectual árabe e islámico. Así el periodista y escritor británico Jonathan Lyons nos recuerda (en su obra La Casa de la Sabiduría: Cuando la ilustración llegaba de Oriente) como la idea de la coexistencia pacífica entre fe y razón en Tomás de Aquino es deudora de los falasifa (filósofos) árabes aristotélicos, entre los que despunta el cordobés Averroes, y le lleva a la osada afirmación de que los árabes son los confirmados inventores de Occidente. En todo caso, si puede afirmarse que sentaron buena parte de sus bases.

En cualquier curso inicial de sociología en España es normal hacer referencia a los “padres fundadores” de la disciplina: Emile Durkheim, Karl Marx y Max Weber, así como hacer una somera referencia a sus antecedentes lejanos en la filosofía política de Platón o Aristóteles. No es tan frecuente, pero, nombrar al precursor árabe medieval de esta disciplina, el intelectual tunecino Ibn Jaldún (1332-1406 E.C.) que lo es precisamente porque su obra Al-Muqaddima (“Los Prolegómenos” o “La Introducción”) de la Historia Universal introduce una forma novedosa de abordar los hechos históricos: en lugar de exponerlos de forma simplemente descriptiva intenta, con notable éxito, abstraer una serie de “leyes” sociales inaugurando su propia “filosofía de la historia” o “sociología” del mundo árabe pero cuyo legado lo trasciende y lo convierte en un pensador universal.

Para ello hace un repaso de “todo lo susceptible de ser sabido” (de omni re scibile), un enfoque típico de la concepción erudita y humanística del conocimiento que había en la Edad Media bastante alejada de la especialización y pragmatismo actual, lo que le lleva necesariamente a tratar el tema de la astrología presente en su época. Hay que tener en cuenta que esta creencia (que, por entonces, se consideraba tan científica como la astronomía diferenciándose ambas solamente por su orientación más teórica o aplicada a los asuntos humanos) fue incorporada por los árabes proveniente, entre otros, del sabio griego Ptolomeo (100-170 E.C.) a partir de la traducción de su obra Tetrabiblos (introducida por él como complementaria del tratado astronómico Almagesto) por parte de intelectuales como Abu Yahya al-Bitriq o Ibrahim ibn al-Salt.

Todo esto sin olvidar las fuentes indo-iranias como el “Libro de conjunciones y estados” (Kitab al-qiranat wa-l-duwal) de Zoroastro, el “Libro de las Natividades” (Kitab al-mawalid) de Kanka o “El Libro pequeño de las natividades” (Kitab al-mawalid al-sagir) de Varahamihira, traducido por al-Biruni. Esta disciplina era usada en las cortes califales a fin de predecir acontecimientos como el resultado de ciertas batallas e intentar, así, anticiparse a los enemigos. En esta actividad cabe destacar a los miembros de la familia de los Banu Nawbajt como al-Farisi (m. 777 E.C.), quien fue astrólogo de al-Mansur, al-Fadl (m. 815 E.C.), astrólogo de Harun al-Rashid, Abd Allah, astrólogo de al Ma’mun o Musa b. Nawbajt quien escribió el tratado más completo de astrología mundial, dividido en dos partes: “El libro de los tiempos” (Kitab al-azmina wa-l-duhur) y el “Libro completo” (Kitab al-Kamil fi asrar al-nujdum).

Esta corriente que hace depender los acontecimientos históricos del movimiento de los astros entró en Occidente a través de la traducción que hizo Juan de Sevilla de la obra de Albumasar Kitab al-Qiranat con el título en latín De magnis conjunctionibus et annorum revolutionibus y que se trata de aquella astrología con una perspectiva más “macro” a diferencia de aquella con una perspectiva más “micro” o individual entre la que se puede destacar la modalidad Katarchai (“comienzo”) que indicaba el momento oportuno para llevar a cabo una empresa o la apotelesmática que determinaba el destino o el carácter futuro de un individuo en el momento de su nacimiento. La astrología en el mundo árabe e islámico tuvo que enfrentarse, desde un inicio, a los ataques del estamento religioso y de algunos poetas y asesores regios que rivalizaban con los astrólogos por el favor del poder califal.

Ibn Jaldún recoge parte de estas críticas pues como nos explica Mehdi Saiden (del Departamento de Filosofia de la Universidad de Túnez) su refutación de la astrología tiene varias dimensiones: la filosófica, la teológica, la jurídica (des del ámbito del fiqh basado en los hadices de la Sunna en el cual era experto Jaldún) y la propiamente sociológica. No me detendré mucho en las tres primeras, pues no es el objeto de este artículo, sólo decir que des del punto de vista filosófico no se cuestiona tanto si existe una influencia del movimiento de los astros en los acontecimientos humanos sino la indefinición de como llegamos al conocimiento de ello suponiendo que sea así. Des de la teología islámica, Ibn Jaldún adhiere a la ortodoxia ashari que no acepta otro agente interviniente excepto Dios (Allah) y en cuanto al fiqh se encuentran referencias claras en la tradición del Profeta negando la astrología.[1]

La refutación sociológica de la astrología en Ibn Jaldún, la encontramos en este párrafo del capítulo 31 titulado Sobre la refutación de la Astrología, la inconsistencia de sus aportaciones y las perjudiciales consecuencias de sus logros, a continuación, transcribo literalmente algunos fragmentos que pueden ser de interés por su importancia para el análisis actual de la astrología:

Y eso sin contar el daño que representa para la civilización humana, porque genera un deterioro de las creencias del vulgo cuando alguna de sus predicciones resulta cierta en alguna ocasión, sin que pueda saberse su causa ni su razón. Entonces, quienes carecen de discernimiento se sienten deslumbrados por ello y piensan que también serán ciertas las demás predicciones, cuando realmente no es así (…) Por eso conviene que este arte esté prohibido a todas las personas que viven en una sociedad organizada, porque con él se suscitan peligros para la religión y para las dinastías. Y no hace objeción a esto el hecho de que se dé de manera natural entre la gente, provocado por sus percepciones y sus conocimientos, porque el bien y el mal también existen de manera natural en el mundo (…).[2]


Fijémonos que el sociólogo tunecino nos habla de un deterioro en las creencias de la población y en el deslumbramiento que se produce entre aquellos que carecen de raciocinio cuando, por casualidad, las predicciones astrológicas logran acertar en alguna ocasión. En este sentido, Adorno sitúa a los creyentes de la astrología en una categoría de individuos a la vez escépticos y desprovistos de la aptitud intelectual suficiente que van en busca de un “conocimiento” que, a la vez, no les resulte demasiado arduo alcanzarlo: es decir, el nivel de la pseudociencia se hace popular precisamente porque hay una voluntad de escapar de la monotonía opresiva del sistema pero, simultáneamente, las obligaciones cotidianas, y la saturación de información banal, no dejan el tiempo suficiente (y no tanto, a mi modo de verlo, la “aptitud”, idea algo elitista que tiene Adorno al igual que Jaldún) para alcanzar la erudición necesaria para desentrañar los mecanismos que nos oprimen.

Esta erudición media o mediocre que se presenta como algo con un sentido metafísico según Adorno, y que nos señala el paso regresivo del estadio positivo al inmediatamente anterior (invirtiendo el orden de Auguste Compte), guarda relación con la idea de Jaldún de deterioro de las creencias del vulgo que, precisamente, parece indicar la idea neoplatónica de corrupción, o degeneración, a partir de un originalmente perfecto mundo de las ideas: para el idealismo platónico, que influyó significativamente en la fálsafa (filosofía) y el kalam (teología) árabes y por lo tanto también en Ibn Jaldún, aprender no es más que recordar aquello que ya está en la mente. Así, y no de otra manera creo, puede entenderse este deterioro del que nos habla el sociólogo tunecino y que, curiosamente, parece coincidir con la idea de regresión en Adorno si bien este lo relaciona con un conocimiento ya alcanzado por la humanidad que se abandona por la “superchería” astrológica.

3) Conclusiones

En 1948, el psicólogo estadounidense Bertram R. Forer pasó un test a todos sus alumnos de la Universidad. Cuando repartió los resultados, les conminó a que puntuaran en una escala de 0 a 5 su nivel de identificación con estos. La valoración media fue de 4,2, todo un éxito para la evaluación psicológica. Lo relevante del hecho es que el profesor Forer les había dado a todos el mismo perfil. Así se conoce como “Efecto Forer” el hecho de que las personas tendemos a considerar que las descripciones vagas y generales se adaptan perfectamente a nosotros mismos. Este es el andamio psicológico sobre el que se levanta la astrología individual contemporánea analizada por Adorno que resulta, comparada con los complejos cálculos matemáticos ptolemaicos desarrollados por los musulmanes de la Edad Media, algo bastante banal.

El sabio griego Ptolomeo fue único en su esfuerzo por establecer una base científica para la astrología. Su obra Tetrabiblos es el ejemplo de ello. Afirma las nociones básicas de su sistema astrológico y luego trata de unificar los distintos fenómenos cósmicos bajo un conjunto dado de conceptos. Pero su “ciencia” se basaba en la falsa premisa, fundamentada en un juicio a priori, sobre una supuesta personalidad de los planetas (Marte “feroz y sangriento”, Venus “diosa del amor” etc.). Toda ciencia parte de unas premisas iniciales que si se demuestran falsas provoca la caída del armazón teórico. Dado el contexto cultural de su época es comprensible que partiera de ellas.

Para Adorno en las revistas especializadas en astrología, y que se asemejarían algo más a Horóscopo Negro, también hay una voluntad de presentarse como científicas a la vez que convenientemente rehúyen cualquier “determinismo”: escapatoria intelectual ante probables fallos que se puedan tener por abandonar en algún momento, aunque ligeramente, el cómodo terreno de las vaguedades. Para Adorno lo único irracional de la astrología es el “lazo ilegítimo” entre astronomía y psicología que por separado son racionales (si bien se encarga de especificar el “nivel popular” usado en el caso de la segunda). Adorno relaciona esto con el intento torpe de llenar un vacío teórico que la división del trabajo y la fetichización empirista de los hechos produce.

Es decir, estamos faltos de una gran teoría omnicomprensiva del mundo y la astrología no deja de ser un sucedáneo de ella para semieruditos. Tanto Adorno como Ibn Jaldún ven un peligro claro en la astrología: el primero porque asocia su pseudoracionalidad a la adhesión a movimientos totalitarios (omnicomprensivos bajo falsas premisas) pero el segundo por constituir un peligro para la religión y las dinastías preocupación que está en las antípodas del primero. Quizás porque en la teoría política islámica tradicional la protesta era rechazada entendiendo que la división o guerra civil (fitna) era más grave que la tiranía. Así, lo que Adorno vio como legitimación del orden, Jaldún lo percibió como fuente de desórdenes.

Debido, quizás también, a que para el primer autor representa el narcótico para la clase media-baja relegada del proceso de expansión capitalista posterior a la Segunda Guerra Mundial y para el segundo, que vivió durante la fase de declive de su civilización, una forma de apartarse del verdadero Islam que en las sociedades árabes se concebía, y sigue concibiéndose en buena parte, como la propia vía a la modernidad.

                                                                                                                                             Alma apátrida


Bibliografía

SAMPEDRO, LOLA El absurdo éxito del Horóscopo Negro El Mundo, 23 de septiembre de 2018.

ADORNO, THEODOR W. Bajo el signo de los astros Editorial Laia, septiembre de 1986. Páginas 22, 114, 115, 118, 121 y 122.

LYONS, JONATHAN La Casa de la Sabiduría: Cuando la Ilustración llegaba de Oriente Turner Publicaciones S.L., 2010. Página 234.

MANZANO, MIGUEL ÁNGEL Estudio Introductorio en JALDÚN, IBN Introducción a la Historia Universal (Al-Muqaddima). Biblioteca de Literatura Universal (BLU). Página XXVII.

VERNET, JUAN Lo que Europa debe al Islam de España El Acantilado, 1999. Página 99.

SAIDEN, MEHDI The Refutation of Astrology in Ibn Khaldun’s Muqaddima: A study of His Multileveled Reasoning Capabality Philospohy East and West, Volume 69, Number 3, July 2019, pp. 721-736.

JALDÚN, IBN Introducción a la Historia Universal (Al-Muqaddima). Biblioteca de Literatura Universal (BLU). Páginas 1054 y 1055.

RILEY, MARK Science and Tradition in the Tetrabiblos Proceedings of the American Philosophical Society Vol. 132, No. 1 (Mar., 1988). Página 68.

JIMENEZ, JAVIER Horóscopos y otras mentiras: por qué leer el horóscopo (a veces) nos hace sentirnos mejor xataka.com, 8 de junio de 2018.                                                                                                   

[1] Ibn Jaldún cita, concretamente, dos hadices de la Sunna del Profeta: El sol y la luna no se eclipsan para anunciar la muerte ni la vida de nadie y el que dice Entre mis fieles los hay que creen en mí y quienes no creen en mí. El que dice: La lluvia ha caído por la gracia de Dios y por su benevolencia, es de los que creen en mí y no en las estrellas. Y el que dice: La lluvia ha caído por tal conjunción astral, ése no cree en mí y si cree en las estrellas. Introducción a la Historia Universal (Al-Muqaddima), Biblioteca de Literatura Universal (BLU). Página 1054.

[2] OP.CIT. Página 1055.

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