La socialdemocracia “libertaria”:
sobre cómo usar los movimientos sociales para oxigenar las instituciones
capitalistas
1) Arcadio Diaz Tejera: El “ala
izquierda” del socioliberalismo no cuela
En el año 1994, Arcadio Diaz
Tejera, antiguo marxista-leninista e independentista canario, en su juventud, al
cual las canas le convirtieron en representante de los socialistas isleños en
el aparcadero de momias que es el Senado (aparte de desempeñar otros cargos
institucionales como Diputado del Común o Juez de Vigilancia del Centro de
Internamiento de Extranjeros de Barrancoseco en Las Palmas) realizó una
ponencia, para un simposio de verano de la Universidad de la capital grancanaria,
titulada Carencias participativas de la democracia parlamentaria donde
propone una suerte de tercera vía entre un Estado omnipresente y el
dominio absoluto del libre mercado:
Usar, reformar y ensanchar los
mecanismos participativos para tratar de que los movimientos sociales se autoarticulen,
son medidas necesarias para que la democracia política se revitalice y se vayan
paliando los niveles de comercialización y deterioro ético a que ha llegado la
práctica pública, siendo preciso hacer un serio esfuerzo por invertir las
pérdidas de legitimidad y prestigio que la práctica de la política va teniendo
para los ciudadanos de buena voluntad y sentido común.
Es decir, de la vieja concepción
teórica leninista de los movimientos sociales como contrapoder insurgente para
llegar a la fase de “Poder Dual” y el consiguiente desafío a la legitimidad de
las instituciones burguesas, se ha pasado a la concepción de estos como
apéndices para seguir inyectando sangre a unas instituciones-cadáver con la
vana ilusión de que rejuvenezcan. Según me comentaba hace tiempo un compañero
anarquista tinerfeño, el comunismo independentista canario no fue
históricamente ajeno a las influencias pro-yugoeslavas del “socialismo
autogestionario” de Josip Broz Tito por lo que no sería extraña la probable
evolución de Arcadio Diaz Tejera de un marxismo-leninismo político de matizado
dirigismo con unas cooperativas obreras funcionando con relativa libertad, a
una socialdemocracia que pretendiera actuar con mano izquierda respecto a unos
movimientos sociales de los que en el fondo se espera, con todo el morro aunque
no se confiese, que su práctica de la autogestión se transforme en un
asistencialismo que libere al Estado de sus compromisos con los más vulnerables.
¿Estamos entonces ante
planteamientos genuinamente socialdemócratas o ni siquiera esto? ¿No sería quizás
esta “socialdemocracia libertaria” más que el ala izquierda del socioliberalismo?
¿No se trataría simplemente de substituir a las empresas con responsabilidad
social por unos movimientos sociales encorsetados en una autogestión de la
miseria permitida y fomentada por las instituciones? Todos estos guiños a la gente
que protesta en la calle por parte de antiguos revolucionarios reconvertidos al
socioliberalismo (por mucho que hayan actuado, en ocasiones, parando algún proyecto
especulativo o denunciando las “insuficiencias” de unos centros de
internamiento que no deberían existir, como es el caso de Diaz Tejera) me parecen
tan ridículos como imaginarme a Tony Blair vestido con merchandising de la
revista TIPO y un pañuelo palestino anudado al cuello.
Si hiciéramos caso del
marxismo-leninismo más ortodoxo, prosoviético o proalbanés, la línea que separa
la socialdemocracia del socialismo autogestionario de Josip Broz Tito es muy
fina: sus detractores, dentro del campo comunista, no dejaban de denunciar sus
acuerdos con el Occidente capitalista y la introducción de aspectos de este
sistema económico en Yugoeslavia. Y en el caso del célebre historiador burkinés
Joseph Ki-Zerbo (1922-2006) la verdad es que se cumple a rajatabla esta
afirmación: este intelectual y político africano estableció estrechos vínculos
tanto con Ahmed Ben Bella, quien gobernó la Argelia post-independencia durante
una breve fase de economía autogestionaria, y los socialistas autogestionarios
yugoeslavos como con los socialdemócratas alemanes y escandinavos. De hecho, se
exilió de la Burkina Faso gobernada por el Consejo Nacional de la Revolución
(CNR) de Thomas Sankara, donde su biblioteca personal fue saqueada, y se exilió
en la capital de Senegal, Dakar. Posteriormente fundaría, en el marco de la
Internacional Socialista, el Partido por la Democracia y el Progreso/Partido
Socialista (PDP/PS) a partir del original Movimiento de Liberación Nacional
(MLN).
Las diferencias entre Thomas Sankara
y Joseph Ki-Zerbo tenían que ver, desde un punto de vista sociológico, con los
diferentes intereses existentes entre una capa de militares jóvenes descontentos
con el papel del Ejército y deseosos de jugar un mayor rol político en el país,
por una parte, y la intelectualidad burkinesa, nucleada sobre todo en los
sindicatos de profesores, que se sentía con el deber moral de transformar la
nación mediante la educación de las masas. Desde un punto de vista político se
enfrentaban una concepción estatal y dirigista de la economía con una más basada
en la autogestión de la producción (Ki-Zerbo mantenía buena relación con el
líder tanzano Julius Nyerere quien implantó las comunas agrarias Ujamaa y
con el socialista autogestionario senegalés Mamadou Dia).
Resulta curioso, entonces, que la
paradójica coincidencia, en la crítica al excesivo dirigismo estatal en economía,
del socialismo autogestionario y la socialdemocracia les haga coincidir en la
figura intelectual y política de Joseph Ki-Zerbo y parecería dar la razón a los
comunistas más ortodoxos de que las corrientes socialistas que están a su
izquierda están realmente a su derecha: sino fuera porque quien reintrodujo el
capitalismo en los países socialistas no autogestionarios asiáticos, por
ejemplo, fue la misma burocracia de los partidos comunistas des del mismo
Estado y no desde espacios que este hubiera dejado a la autogestión de los
mismos trabajadores. Precisamente el economista libertario manchego Abraham
Guillén señaló que una de las deficiencias del modelo yugoeslavo era que la
burocracia del partido constituía aún un freno al pleno desarrollo del modelo
autogestivo.
3) Philip Pettit: el
neorrepublicanismo y los Comunes
Así, ante la inexistencia práctica
de un movimiento sankarista español, más allá de algún oficial que se
define republicano y la testimonial asociación de militares antifranquistas
ANEMOI que aún así no tiene un carácter revolucionario, la dirigencia
izquierdista crítica con el Régimen del 78 (que no con el capitalismo)
proviene también de sectores de la intelectualidad universitaria influenciada,
según el historiador y antiguo socialista Josep Burgaya, por el politólogo
irlandés Philip Pettit, quien defiende un nuevo republicanismo que concibe la
libertad como la ausencia de dependencias más que de interferencias frente al
exceso de estatismo y la hegemonía liberal. Un discurso de reminiscencias
supuestamente libertarias pero que, como hemos visto en el caso del intelectual
canario Diaz Tejera, constituye la coartada perfecta para que el Estado se disfrace
de punk y repita a los precarios el Do it Yourself mientras sigue
despilfarrando el dinero en subvenciones al sector privado.
Este sociólogo alemán residente
en México propone, ante el fracaso del llamado socialismo real de la Unión
Soviética y sus satélites, una economía de tres ejes (pública, privada y
cooperativa) en un modelo de transición donde, supuestamente, la última acabará
substituyendo progresivamente a la segunda. Este proyecto de socialdemocracia
radical, que en su momento defendió David Fernández de la CUP en una entrevista
en TV3, constituye, como se ha visto en el inicio de este artículo y ha quedado
evidenciado en el modelo de la Venezuela bolivariana, un intento del Estado de
descargarse de sus responsabilidades externalizándolas en unas cooperativas que
actúan, en la práctica, de subsidiarias de este y totalmente relegadas a
ámbitos poco relevantes de la economía. Si a esto sumamos las continuas
referencias oportunistas de esta formación al movimiento libertario no tiene
que ser muy difícil imaginar a quien le va a corresponder jugar el papel de
autoexplotarse y autogestionar las migajas que la imaginada “República Socialista
del Països Catalans” deje caer del banquete de políticos y empresarios.
5) Concluyendo…
Hay que estar muy atento a los
discursos “autogestionarios” provenientes del poder pues estos, bajo una demagógica
retórica pseudolibertaria, lo único que pretenden es sellar un pacto envenenado
con los movimientos sociales, a fin de que estos sean los encargados de autogestionar
la miseria mientras los empresarios siguen acumulando la riqueza. La doctrina
de un “comunismo de los pobres” funcionando “al margen del sistema” en un
escenario de completa escasez por abajo y completa abundancia por arriba es el
sueño húmedo de todos los apologetas del neoliberalismo y parece ser que
también de sus diferentes alas izquierdas. No debemos olvidar que la política
revolucionaria no consiste en la autogestión a secas sino en la expropiación
por parte del proletariado de toda la riqueza social como paso previo a la
autogestión generalizada. Esto, que parece una verdad de perogrullo para la
mayoría de quienes participamos en el anarquismo, no se hace tan evidente a la
hora de denunciar y desentrañar el falso socialismo autogestionario que pregonan
los rostros amables del capitalismo.
Alma
apátrida
Bibliografía
DIAZ TEJERA, ARCADIO Carencias
participativas de la democracia parlamentaria en YOUNIS, J.A. (ed.) Después
de la modernidad: cultura, economía y desarrollo en Canarias y en el Mundo,
III Universidad de Verano de Maspalomas, 1994 – Universidad de Las Palmas de
Gran Canaria – Fundación Maspalomas, 1996. Página 457.
KI-ZERBO, LAZARE V. Joseph Ki-Zerbo
y los actores de su constelación en JOSEPH KI-ZERBO Wanafrica Ediciones –
Colección Pensamiento Africano de Ayer para Mañana, 2019. Página 14, 15.
BURGAYA, JOSEP Populismo y
relato independentista en Cataluña ¿Un peronismo de las clases medias? El
Viejo Topo, 2020. Página 172.
Comentarios
Publicar un comentario