El ejército intelectual de reserva, deseoso de saborear las mieles de las instituciones culturales, se manifiesta con entusiasmo y es reprimido brutalmente en Catalunya

I

Curiosa condición la del estudiante cuya personalidad está proyectada hacia el futuro: él casi nunca “es” propiamente, más bien “será” o “espera ser” siempre algo que le han prometido. No parece identificarse tanto con el hecho de sobrevivir con unas becas cada vez más exiguas, con la ayuda de sus abnegados padres o con precarios trabajos de media jornada sino con la, cada vez más remota, posibilidad de integrarse en la futura clase media profesional ilustrada, los futuros cuadros medios administrativos del soñado “Estado Providencia” cuatribarrado ¡Qué ensoñación tan ridícula! Los recortes salvajes del neoliberalismo convergente le condenarán a pasear su intelectualidad harapienta por entrevistas de trabajo donde lo único que se tiene en cuenta es el entusiasmo por humillarse y renunciar a los derechos laborales ante la empresa. Como diría Evaristo en Carne para la Picadora “Hace tiempo que se acabó el viejo sueño de una vida feliz”, al menos en las coordenadas de este mundo burgués, aun así, algunos parecen no haberse dado cuenta todavía.

Así que cogen su bandera de la estrella y ocupan las avenidas, cortan carreteras, gritan hasta desgañitarse “premsa espanyola manipuladora” y se defienden con convicción de la violencia desenfrenada de los esbirros policiales. Y creen sinceramente hacerlo en defensa de Catalunya y de unos políticos presos a los que les importa tres pimientos si les saltan un ojo o les abren la cabeza. Pero no es así. Esto es una sociedad de clases y Catalunya no es una realidad material tangible sino una construcción simbólica, una manifestación ideológica de un proceso social paradójico: El hecho irrefutable de que la Universidad produce aún más profesionales cualificados de los que el “mercado de trabajo” (es decir, los capitalistas) y los departamentos de la Generalitat están dispuestos a absorber. Aquí muy pocos estudian “por amor al arte” sino por mantener o mejorar su posición económica de partida.

Y si no hay perspectiva de que esto ocurra, y ante la amenaza de que se ensanche la bolsa de intelectuales descontentos hasta límites insostenibles, habrá que sacarse de la manga burguesa alguna pollada idealista con la que liberar la presión de las perspectivas frustradas. Decía una prostituta en Les nits del Liceu de Lax’n’Busto “Vine amb mi txaval que jo et faré oblidar somnis de fa uns anys que ja no es compliran” y el “apreteu, apreteu” de Quim Torra parece invitar a vivir una experiencia pornográfica de disturbios tan intensos como estériles, no para olvidar sino para aplazar indefinidamente el goce de saberse reconocido por el “mundo de la cultura” institucionalizado, eso sí sobrevives a la brutal represión cuyo objetivo es impedir cualquier desborde que se aparte de los límites de la representación dramatúrgica que pretenden que escenifiques complacientemente.

II

La vía insurreccional a la independencia está ya muerta y el afilador se prepara para nuestra propia versión de la noche de los cuchillos largos. Los “escamots” están ya en el punto de mira de aquellos que antes los miraban con simpatía, mientras que estos buscan legitimarse ante el proletariado haciendo acopio de su imaginario revolucionario, comparando la revuelta de los desheredados contra la Guerra del Rif en 1919 con las algaradas nacionalistas de los hijos precarizados de la clase media, 100 años después. Mientras tanto expanden su “teoría del desborde” para pescar a algunos revolucionarios honestos pero incautos. Desbordar anárquicamente, solo puede desbordarse el reformismo, compañeros, no la reacción más descarada ¿O acaso estaríais igualmente en la calle defendiendo la autodeterminación de la boliviana Santa Cruz, la congoleña Katanga o la italiana Padania? Vamos, hombre, no jodas.

De acuerdo que Pedro Sánchez no es Patrice Lumumba pero no nos llevemos a engaño: el “procesista” medio no tiene nada de izquierdista ni revolucionario, sólo hace falta hablar unos minutos con ellos para captar sus prejuicios ideológicos clasemedieros y su defensa de una Catalunya amante del orden y respetuosa de la propiedad. ¿Cómo conjugar esto con el anarquismo, un movimiento que en julio del 36 puso a disposición del Sindicato de la Alimentación, y sus almacenes de barrio, todas las “tendes de queviures” que especulaban con los alimentos? ¿O qué decir de la defensa acérrima, de muchos de ellos, de la familia tradicional catalana y la presión hacia sus hijos para que mantengan o mejoren el status adquirido por sus progenitores? Sumad a esta represión doméstica (invisible a simple vista pero no menos real) la crisis económica y entenderéis la desesperación de varios de ellos y su forma sublimada de triangulito azul y estrella blanca.

Y es que Mireia Boya de la CUP nos recordaba esta lastimosa paradoja en Twitter: estos jóvenes revoltosos que los “procesistas” condenan son sus mismos hijos, nietos o sobrinos. Así, sin quererlo, reconocía, por una parte, el origen social de los responsables de las algaradas y, por la otra, los vasos comunicantes entre la “cultureta” pequeñoburguesa catalana, que tan bien ridiculizó Albert Pla con la canción Papa jo vull ser torero, con aquello de “Potestat de la Sardana i de les lletres catalanes, la veritat no comprenia quin cony de fill que tenia”, y los intentos desesperados e infructuosos de sus vástagos de seguir adhiriendo a ella ante la polarización de clase en curso y el consecuente derrumbe de los pilares simbólicos que la representan. Así andan, como nos recordaba Eskorbuto en Los demenciales chicos acelerados, “buscando tontamente su preciado valor”. Valor de cambio, que diría Marx, de su preparación intelectual por un puesto acorde a sus expectativas vitales.

III

Semejante cóctel idealista sólo puede despertar al fascismo, como denunciaba el socialdemócrata descafeinado Pablo Iglesias al que le crecen los enanos por la derecha, que agrede con impunidad roja y gualda en mano, ya que él mismo también constituye una forma de esta nauseabunda ideología bajo un ropaje, eso sí, demócrata y liberal. Esto no se acostumbra a entender porque se desconoce la peculiaridad histórica que representó un fascismo catalán enfundado en un discurso antifascista mientras patrullaba las calles vistiendo sus uniformes verde aceituna y apaleando obreros ¿Porqué semejante disfraz? Para no provocar en demasía a un proletariado escorado ideológicamente hacia el anarcosindicalismo revolucionario. Hoy, las reivindicaciones egoístas de estos estudiantes desclasados deseosos de ascender socialmente, y alienados de cualquier lucha social concreta como la de los jubilados, no puede más que recordarnos a los “escamots” de los Badia.

Sorprende, entonces, la masturbación compulsiva de un sector del anarquismo con estas algaradas, como si cualquier confrontación callejera fuera de por si revolucionaria, haciendo ostentación de un insurreccionalismo mal entendido. ¿Habrá que recordar la existencia histórica de movimientos conservadores haciendo también uso de la violencia? Ya va siendo hora de cerrar a cal y canto los fumaderos de opio nacionalista donde languidecen los hijos estridentes de una clase media venida a menos y recordarles su pertenencia, en la práctica, a un proletariado que desconfía profundamente de todo este tinglado, por mucho que este recordatorio les haga fruncir el ceño, ante el choque de bruces con la realidad, y les obligue a empezar a pensar en cómo salir del atolladero de precariedad en el que les han metido los mismos por los que se están manifestando hoy.

¡Abajo el Capitalismo, la Generalitat y la Familia!
¡Joven proletario, despierta!                                                                                                
                                                                                                                                                                            
                                                                                                                                                                         Alma apátrida

Comentarios

  1. Bueno yo creo que decir que todo lo que está pasando es de carácter reaccionario me parece exagerado. Hay que estar ahí a pie de calle para verlo.
    Detrás de la barricada puede haber gente que sea indepe sin más u otra que solo odia a la policia porque no le deja fumar porros en el parque. Pero también sale un gran número de personas que hace estallar su rabia contra el Estado y el Capital conscientemente por su opresión diaria y toda la mierda que tenemos que tragar. Este tono anticapi creo que se ha podido ver claramente toda la semana, con destrozos en multitud de cajeros, immos y multinacionales así como con cánticos anticapitalistas. También el jueves con actitud antifascista que nunca había visto, sin ninguna estelada, cuando más de 1000 encapuchadxs arrancaban a la caza del nazi bajando por córcega haciendose con palos y cualquier objeto que puedieran cojer.
    No creo que debe ser la apuesta política del anarquismo la de implicarse en cdr's i de más movidas así. Pero tampoco la de condenar la utilitdad de estos sucesos ni desmarcarse, cuando se esta conseguiendo que parte de la sociedad empieza a aceptar como legítima autodefensa atacar a la policia.

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