A 25 años del genocidio de Ruanda: Crónica de la presentación del libro “El Buen Dios” en el Ateneu de Fort Pienc

El pasado 12 de junio de 2019 a las 19:00 horas, se presentó en este Centro Cívico barcelonés de la Plaza del mismo nombre, la primera novela de Juanjo Tarrés Sanjurjo, trabajador humanitario y administrador del blog “África en colores”, titulada “El Buen Dios” que versa sobre el genocidio que asoló este país africano en el terrible año de 1994. La pequeña sala estaba abarrotada de gente, unas 40 personas, deseosas de conversar con los ponentes: el autor y  Firmin, un politólogo ruandés residente en Barcelona. Deseos que se vieron, en buena parte, truncados por el poco tiempo que se nos concedió por parte de los responsables de las instalaciones. La verdad es que, personalmente, iba con cierto escepticismo pues la genial novela “Murambi: El libro de los huesos” del senegalés Boubacar Boris Diop sobre los mismos hechos, editada también por Wanafrica, me había dejado el listón muy alto.


A parte, desconfío profundamente de todo el entorno de las ONG pues me parecen, mayoritariamente, una forma de lavar conciencias de algunos ciudadanos del Primer Mundo, además de reproducir las relaciones de dependencia Norte-Sur, en lugar de fomentar un desarrollo autocentrado y apegado a las propias necesidades de las poblaciones. Considero que los movimientos sociales africanos, y los innumerables técnicos en paro de estos países, conocen suficientemente el terreno como para no necesitar que ninguna organización filantrópica burguesa, y sus entusiastas voluntarios dispuestos a “ayudar” a no se sabe muy bien qué, venga a implementar proyectos desde fuera y que, en muchas ocasiones, responden a agendas que nada tienen que ver con el bienestar de las personas. Así, sigo considerando que sólo la lucha social es capaz de mejorar realmente la vida de la gente.

Juanjo nos explicó que, si bien los personajes tienen nombres ficticios, la novela está basada en el relato de un hombre ruandés (en la novela Jonás) que conoció en Mauritania. La fluidez narrativa de esta persona, de la que Juanjo se sorprendió ya que había supuesto un bloqueo por su parte al rememorar hechos traumáticos de su vida, no se correspondió con una voluntad de plasmarla en papel por lo que Juanjo recogió la idea con su permiso. En su blog “África en colores”, el autor intenta dar una visión optimista del continente africano y la novela transmite también esta idea al recoger el testimonio de una persona que, a pesar de todo, logró salir adelante. Una vez hubo terminado, dejó paso a Firmin que comentó algunos aspectos de la novela: le pareció bien explicada, des del corazón y no como un trabajo académico. También señaló que le había llamado la atención el titulo escogido “El Buen Dios” que da cuenta de la religiosidad cristiana de la mayor parte de los ruandeses y, en consecuencia, del protagonista de la historia.

Esta religiosidad se plasma en la novela al otorgar la responsabilidad de una serie de sucesos, que la mayoría de nosotros calificaríamos como casualidades, a la acción benigna de la divinidad por sus felices consecuencias. En relación a esto, Firmin comentó que existe un dicho ruandés que afirma que “Dios pasa fuera del país todo el día y por la noche viene a pernoctar”. Para alguien que profesa un ateísmo de corte occidental puede resultar difícil entender esta mentalidad, que calificaría peyorativamente de supersticiosa, pero, de hecho, encaja muy bien en las concepciones holísticas tradicionales africanas que se sincretizan con el cristianismo en este caso. A mi manera de verlo no dejan de ser metáforas de una tupida red de amistades en un país relativamente pequeño que fragua Jonás y que acaban por salvarle la vida a él y a su familia.

Firmin señaló que una de las primeras preguntas que se le acostumbra a hacer, a raíz de la imagen mediática y distorsionada que se tiene del país, es sobre su pertenencia étnica “hutu” o “tutsi”. Él señala que antes del genocidio no se le daba demasiada importancia a esta cuestión y los matrimonios mixtos estaban a la orden del día. Esto nos indica la facilidad con que los discursos del odio pueden resquebrajar el tejido social en base a activar unos dispositivos arbitrarios que, si bien estaban presentes pues en las cédulas de identidad aparecía la adscripción étnica de la ciudadanía, no se les daba demasiada importancia cotidiana hasta el momento. Es realmente espeluznante comprobar como personas que, antes del fatídico día en que se derribó el avión del Presidente Juvénal Habyarimana, eran parientes y conocidos, son capaces de convertirse en verdugos y víctimas de una aparente locura colectiva.

Firmin aprovechó para denunciar que el gobierno actual de Paul Kagame está utilizando la memoria del genocidio para mantenerse en el poder. También señaló que durante los hechos murieron “hutus” y esto no se tiene en cuenta. Actualmente mucha gente está deslumbrada con el desarrollo económico de Ruanda a la que se apoda como la “Singapur africana”. Señaló la prohibición del plástico, hasta llegar al punto de confiscarlo a los visitantes en el aeropuerto, la inversión en tecnología y la imagen que se da de país en orden que muchos ruandeses aceptan, a pesar de los métodos dictatoriales y la falta de libertades, por el recuerdo del genocidio y el deseo de no volver jamás a esta situación. Firmin hizo una reflexión alrededor de la democracia considerando que uno de los problemas de África es y ha sido la voluntad foránea de implantar unos modelos políticos occidentales que no son acordes a las realidades sociales autóctonas.

Así señaló que en un contexto donde la etnia tiene una importancia fundamental en las decisiones políticas sería más deseable un tipo de “democracia consensual” porque la imposición de la mayoría sobre la minoría, en el caso del fatídico año de 1994 de “hutus” sobre “tutsis”, solo puede llevar a situaciones de violencia y asesinatos como los que se vivieron. También señaló que justamente ahora es cuando se empiezan a romper algunos tabús y se afirma que los responsables políticos del régimen actual también tuvieron su parte de responsabilidad en las matanzas de 1994. En relación a esto alguien entre el público señaló que la polarización social, de la que sería responsable esa imposibilidad de llegar a consensos, tendría (en muchas ocasiones) un carácter más de clase que étnico, negando que “hutus” y “tutsis” constituyeran realmente dos grupos étnicos diferenciados.

No es mi intención hacer aquí un análisis de los hechos que llevaron al genocidio de 1994, pues ya hay abundante bibliografía sobre el tema, pero hay que señalar que la distinción arbitraria entre la casta de los “hutus” y los “tutsis” fue implantada por los colonizadores belgas que, después de haber apoyado siempre a los segundos, durante el proceso de independencia se sustentaron en la mayoría “hutu” para mantener sus privilegios. Posteriormente seria Francia quien le tomaría el relevo y los rebeldes “tutsis” obtendrían el apoyo de los Estados Unidos. Así, en buena parte, la colisión de intereses de dos potencias occidentales con fuertes intereses en la zona llevaría a uno de los peores genocidios del siglo XX. Unos intereses coloniales que siguen actuando hoy, como nos recordó uno de los asistentes, en el reciente trato mediático de las últimas elecciones en Senegal que enfrentaban al joven “populista radical” Ousmane Sonko y al “demócrata estabilizador” Macky Sall. Como era de esperar los comicios terminaron con la victoria del segundo en un proceso de recuento que tardó una semana en completarse, algo a lo que no ha prestado atención ningún medio de nuestro país. Ahí lo dejo.
                                                                                                                                         Alma apátrida 

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