Todo
nacionalismo acostumbra a tener una vertiente oscura e inconfesable, sobre todo
si se presenta como democrático. En el
caso del catalán toma fuerza a raíz de la pérdida de la colonia cubana en el
año 1898 que impide a la burguesía seguir con la acumulación de capital, que
provenía en su origen de actividades tan “nobles” como el tráfico y trabajo
esclavo en los ingenios azucareros (el mismo abuelo de Artur Mas era un
“negrero”) y de ahí su pérdida de confianza en un Estado que no supo o no pudo
proteger sus intereses. Hoy en día sus herederos en este pueblo demuestran ser
buenos sucesores de este infame legado racista: El barrio “Virgen del Carmen”
está dejado de la mano del Ayuntamiento desde que gobierna Convergencia (ahora
PdeCat) ya que al ser un barrio de mayoría inmigrante y, por lo tanto, carente
del derecho al voto, no le interesa lo más mínimo mejorarlo al no tener ahí su
caladero electoral, contribuyendo así a reproducir la estigmatización de sus
vecinos.
El
deterioro es palpable: los parques infantiles, la iluminación (la mayoría de
las farolas están fundidas, dejando en la oscuridad a los vecinos), la
presencia de ratas que campan a sus anchas, los bancos están deteriorados y no
se cambian (son de hormigón y no de madera), el suelo es de tierra y no de
caucho como en otros barrios etc etc. Otra muestra de racismo es el repartir a
los alumnos de origen inmigrante por otros centros con variadas excusas,
cediendo al encierro racista de 2006 que agrupó padres de alumnos “autóctonos”
y profesores, motivado por un porcentaje de alumnado inmigrante que ellos
consideraban excesivo ¡en las aulas de P3! (hay que ser mezquino para rechazar
a un niño de 3 años así como los responsables institucionales que acceden a sus
miserables exigencias).
Durante
el paso por Martorell de la “Marcha por la Igualdad” contra la Ley de
Extranjería en 2009 el Ayuntamiento convergente negó un sitio para pernoctar a
los participantes, cansados de ir a pie desde Barcelona, al contrario que otros
Ayuntamientos que facilitaron locales y se pusieron en contacto con la Cruz
Roja. Recordar también las redadas racistas de 2011 en el barrio de Can
Carreras contra varios establecimientos de la comunidad magrebí donde Policia
Local y Mossos registraban los locales, sin ningún tipo de autorización,
cebándose en el Salón de Té Al-Hoceima y el locutorio del Solárium destrozando
el mobiliario de los locales y golpeando a las personas que grababan el abuso,
incluso en los testículos.
Otro
ejemplo es el control de las asociaciones de inmigrantes por parte de la
Técnica de Inmigración Lola Romero, supuestamente progresista y de izquierdas,
enchufada en los tiempos del Tripartito por parte de Iniciativa, actualmente
como buena colonialista de pro somete a dichas entidades a la disciplina de la
mafia convergente (no quieren ciudadanos sino súbditos) obligándoles a
participar en actividades del Ayuntamiento que van en la línea del partido si
es que quieren tener acceso a prebendas y subvenciones. En cambio las que
protestaban y tenían relación con campañas como “Papeles para Todos”, como la
extinta “Comunitat Magrebina d’Integració i Convivència (COMIC)”, se la marginó
totalmente ignorando sus iniciativas y propuestas. Se trata de una forma
clientelar de entender la relación entre Ayuntamiento y entidades de
inmigrantes que reproduce roles de sometimiento tratando a estos últimos como a
alguien del que se espera que diga amén a todo, a la vez que se les utiliza
para hacer ver que se hace algo y así lavar su abyecta imagen de insolidarios
burgueses.
En
relación a esto, recientemente ha sido editado el libro del sociólogo
ecuatoguineano, residente en Barcelona, Edmundo Sepa Bonaba ¿Convergente, conveniente o intruso?
(Wanafrica Ediciones, 2017) donde narra su experiencia como militante de
Convergencia durante casi veinte años. Se trata, a mi parecer, de un documento
excepcional pues, al margen de que discrepe profundamente con la ideología del
autor, analiza el racismo estructural de iniciativas convergentes de cara a la
galería como la extinta “Fundació Nous Catalans”. Así nos explica la dualidad
organizativa de una iniciativa donde los cargos de relevancia remunerados eran
ocupados por autóctonos mientras los responsables inmigrantes de los “espais”
(afrocatalà, magrebí, llatinoamericà, Asia etc.) trabajaban gratis y ocupaban
un nivel inferior. Además sus iniciativas no eran tenidas en cuenta, más que a
modo consultivo, como cuando se propuso que el Rey Baltasar en toda Catalunya
fuera una persona de piel negra y no pintada: tema que, a simple vista, puede
parecer banal, y de nulo interés para nosotros los libertarios, pero que
constituye una actitud racista de suplantación.
Esta
iniciativa fue echada para atrás con la excusa de que las instituciones no
pueden interferir en actos organizados por entidades ciudadanas y, de hecho,
hace dos años nos tuvimos que comer uno de estos vergonzantes black face estereotipados (blancos que
se disfrazan de negros con el fin de ridiculizarlos) en el Carnaval de
Martorell: ejemplo paradigmático de que algunos ciudadanos de este pueblo
contribuyen, con su ignorancia, a la política de estigmatización y exclusión
que favorece el Ayuntamiento.
Alma
apátrida
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