El legado de Amílcar Cabral, Julius Nyerere, las colectivizaciones aragonesas y la agricultura periurbana y urbana en África Subsahariana

Amílcar Cabral (1924-1973) fue el máximo dirigente de la lucha por la independencia de Guinea-Bissau y Cabo Verde contra el dominio colonial portugués e ingeniero agrónomo de profesión, como tal participó en la elaboración de un censo agrario que le permitió conocer en profundidad la realidad de su país y establecer una amplia red de contactos políticos. Una de sus principales ideas en el campo de la agricultura, que después intentaría ser aplicada por el primer gobierno nacional independiente, fue revertir la reducción de los cultivos de subsistencia, diversificando la agricultura para dar prioridad a la alimentación de la población sobre la política agraria de monocultivos orientados a la exportación. ¿Que queda hoy de esta política de “desarrollo endógeno” que fue modelo para algunos países africanos? (ya sea con un papel preponderante del Estado como en Mozambique o con intentos de autogestión como en  el Ujamaa tanzano).
El economista egipcio Samir Amin nos indica que lo que el Banco Mundial, agencias de cooperación y las ONGs con más financiamiento entienden como “reforma del sistema agrario” consiste básicamente en la privatización de la tierra y no en el progreso y modernización de la economía familiar campesina. Entiendo que con esto Samir Amin y Amílcar Cabral comparten una misma línea histórica de reflexión y combate ideológico que prioriza la creación de un mercado interno diversificado, donde los pequeños agricultores puedan colocar su excedente, a la instalación de agronegocios exportadores. El desarrollo de estos produce lo que Marx llamaba “paro tecnológico” que junto a la escasez de servicios e instituciones de enseñanza provoca la emigración campo-ciudad ( sin olvidar el desplazamiento forzado de poblaciones debido a sequías y conflictos) produciendo un desarrollo desigual e insostenible.
Estas causas estructurales guardan íntima relación con quien realiza fundamentalmente la actividad agrícola urbana y periurbana. Estratos pobres de la población de las ciudades y fundamentalmente femeninos: quizás coincida con aquellos llegados más recientemente a la urbe, que no se hayan podido apropiar aún de los recursos culturales y técnicos que les sirvan de ascensor social en la sociedad urbana, si bien la crisis económica podría cronificar esta situación con un estancamiento de la movilidad social ascendente. Por otra parte, el “paro tecnológico” en el mundo rural afecta mayoritariamente a las mujeres, ya que la tecnificación de la agricultura repercute en una masculinización del sector (debido a lo incipiente y débil del cambio cultural de género en cuanto a la elección de una formación profesional agrícola) y esto provoca que las mujeres tiendan a predominar en la emigración campo-ciudad; así es lógico que también sea el género predominante en la actividad agrícola urbana y periurbana.
El medio fundamental para practicarla consiste en la tenencia de la tierra, lo que provoca que sea una actividad inestable, pues se produce en un contexto de fuerte inseguridad, debido al fenómeno de acaparamiento de tierras (land grabbing) común a muchos países africanos, que corresponde a fuertes intereses especulativos y que pone en evidencia un conflicto social urbano por los diferentes usos del suelo. Mayoritariamente la producción agrícola urbana está orientada a la subsistencia (¿es posible que si funcionara el ascensor social urbano se dejara paulatinamente de practicar y fuera substituida por la compra en los circuitos comerciales?) mientras que la periurbana está orientada a la comercialización más bien informal y a pequeña escala pues, en numerosas ocasiones, se siguen importando productos agrícolas que podrían producirse en estos países: por apuntar solo un dato, en agosto de 2016,  Kanayo Nwanze (presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola) denunció que los 35.000 millones de dólares que gasta cada año África en importar alimentos se podrían usar mejor en generar empleo agrícola, destacando la falta de apoyo político al sector en el continente.
Contraviniendo esta dinámica, como dato positivo se puede destacar que la agricultura urbana y periurbana contribuye de variadas maneras a la seguridad alimentaria y nutricional pues, por una parte, el hecho de que se trate, en el primer caso, de una actividad orientada fundamentalmente al autoconsumo aumenta la diversidad, cantidad y calidad de su alimentación y libera del gasto doméstico en alimentos, por otra parte, en ocasiones se generan excedentes que son vendidos en mercados locales contribuyendo a aumentar los ingresos de las familias y así poder adquirir algunos alimentos para completar la dieta cotidiana (a veces estos productos suplementarios se adquieren directamente mediante el trueque). Por último, señalar que el aprovechamiento de los circuitos urbanos de agua, tiene como consecuencia que este tipo de agricultura se pueda producir durante todo el año, a diferencia de la rural que depende de la temporada de lluvias, contribuyendo así a una relativa pero más estable seguridad alimentaria.
A todo esto también hay que añadir que la seguridad alimentaria dependerá de la tipología de agricultura urbana que sea preponderante. En un estudio de campo realizado en la ciudad de Maputo (Mozambique) se observaron cuatro: a) la que ocupa parcelas de menos de una hectárea, no hay inversión de capital físico, se caracteriza por su inestabilidad, no tiene acceso a agua regular, el trabajo en ella es ocasional y está orientada al autoconsumo y al trueque a pequeña escala, b) la que tiene una extensión cercana a una hectárea, posee algún medio de irrigación, carece de inversiones y se basa en el trabajo humano, ocasionalmente genera pequeños excedentes comercializados de diferentes formas, c) las pequeñas parcelas de escasos metros cuadrados al lado de espacios fluviales o conducciones de agua urbana, llevada a cabo por población pobre y cuyo excedente es colocada en puestos de calle o vendida a comerciantes urbanos y d) agricultura y ganadería urbana con gran demanda de mano de obra, destacando la producción hortícola y ornamental.
Quizás se pueda decir que la agricultura urbana sobretodo constituye un proceso de “ruralización de la ciudad” que no tiene su contraparte en una “urbanización del campo” debido a un desarrollo desigual que produce la concentración de capitales. La idea de superar la escisión entre campo y ciudad es una de las viejas banderas del socialismo desde sus inicios en el siglo XIX. Rescatando esta tradición, el economista libertario Abraham Guillén proponía en “Economía autogestionaria”, en la década de los 90, la creación de “comunidades campesinas agroindustrales de tipo cooperativo y autogestionario” superando el latifundio y el minifundio, integrando los avances técnicos y bioquímicos y estableciendo servicios públicos y sociales, en un todo armónico, para desincentivar el éxodo rural a las ciudades. Esta idea contrasta con la de Luis Cabral, sucesor político de Amílcar Cabral al frente del primer gobierno independiente de Guinea Bissau, quien permitió la propiedad privada de la tierra, aunque bajo estricto control del gobierno, y entronca más bien con la idea del economista egipcio Samir Amin de hacer prosperar la pequeña propiedad familiar.
El problema creo que radica en que este tipo de propiedad es insuficiente para producir alimentos a gran escala. Supongo que esta preocupación estaba en la mente del presidente tanzano Julius Nyerere cuando impulsó las “aldeas socialistas” según el socialismo Ujamaa, que recuerdan a los koljóses soviéticos, y que encontraron una fuerte resistencia del campesinado que se negó a abandonar sus hogares para instalarse en ellas, esta resistencia fue reprimida duramente por el Estado recordándonos aquel proverbio que dice que “el  camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”. El dilema parece que haya sido, entonces, entre una productividad baja o la colectivización forzosa. Abraham Guillén no señala como pretende instalar estos complejos agroindustriales, pero tiene como referente a las colectivizaciones agrícolas libertarias aragonesas durante la Guerra Civil Española que fueron, mayormente, voluntarias y coexistentes con formas de pequeña propiedad cuyos titulares podían incluso beneficiarse de los recursos colectivos de las comunas. Se confiaba mayormente en la “fuerza del ejemplo” para convencer, y no imponer, de la mayor eficiencia del modelo. Este sistema de coexistencia entre pequeña propiedad familiar y cooperativismo creo que podría ser estudiado, sino lo ha sido ya, como un horizonte de solución al problema agrario y alimentario en África.

                                                                                                                               Alma Apátrida

Fuentes consultadas:

LOPES, CARLOS (Selección de textos) Amílcar Cabral Wanafrica Ediciones-Colección Pensamiento Africano de Ayer para Mañana, 2013.
AMIN, SAMIR La Construcción de Alternativas en la Luchas por la Tierra y los Recursos Naturales en El Foro Mundial sobre la Reforma Agraria (7 de diciembre de 2004).
DUPERIER, NURIA Del Campo a la Ciudad: Mujeres y Migraciones Urbanas, Acceso a la Tierra, Agricultura Urbana y Periurbana Grupo de estudios Africanos-Universidad Autónoma de Madrid.
EFE-ROMA La importación de alimentos en África daña su economía, según la agencia de ONU eldiario.es (25/08/2016).
GUILLÉN, ABRAHAM Economía Autogestionaria: las bases del desarrollo económico de la sociedad libertaria Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Madrid 1990.
LIENDO, AARON y OLIVER, GEORALBERTH Aproximación histórica a la crisis política en Guinea-Bissau Pueblos-Revista de Información y Debate (21 de agosto de 2009).
ROCA ALVÁREZ, ALBERT La Revolución Pendiente: El Cambio Político en el África Negra Edicions de la Universitat de Lleida, 2005.
GAYUBAS, A. La experiencia anarquista: Colectivizaciones en España (1936-1937) Portal Libertario OACA (15 de enero de 2015).

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