Los Gallos que cantan en la oscuridad: reflexiones y enseñanzas actuales del anarquismo en China
1) Introducción: del
terrorismo al trabajo de masas
Uno de los pioneros del
anarquismo chino (cuyas banderas se plantaron en el país antes del
marxismo-leninismo) fue el militante Liu Szu-fu (más conocido como Shih Fu)
nacido en 1884 cerca de la ciudad de Cantón. En 1906, se estableció en Hong
Kong donde aceptó la dirección de un periódico local. Al planearse un
levantamiento popular en Kwang-tung, se consideró que este debía ser facilitado
mediante el asesinato del comandante naval, Li Chun. Al manipular el explosivo,
este estalló de forma prematura siendo Shih Fu gravemente herido con la pérdida
de todos los dedos de la mano izquierda. Fue arrestado y pasó tres años en la
cárcel. Por aquella época era seguidor de las ideas del periódico Hsin Shih-Chi
(El Nuevo Siglo) publicado, desde junio de 1907, por estudiantes
libertarios chinos en París y del que, con muchas dificultades, llegaban
algunos ejemplares a China.
Cuando finalizó su encierro,
planeó el asesinato del Príncipe Regente, Tsai-Li (coincidiendo con la
Revolución de 1911, que derrocaría a la Dinastia Qing y establecería la
República de China) y del militar y político Yuan Shih-kai. Ahora bien, según
el mismo Liu en su autobiografía Shih Fu wen-tsun (Cantón, 1927) “una
cierta persona” le pidió no actuar “de forma apresurada” lo que produjo un giro
de 180 grados en su estrategia revolucionaria. Así, en 1912, Liu y sus
seguidores fundaron el Hui Ming Hsüe-she (“La Sociedad de los Gallos que
cantan en la Oscuridad”) en Cantón. Según Robert A. Scalapino y George T.
Yu en su obra El movimiento anarquista en China (Berkeley, 1961):
“El objetivo de la nueva sociedad era propagar el anarquismo a un nivel de masas, pasar del trabajo ‘destructivo’ al ‘constructivo’.”
Un año después se funda, en la
misma ciudad, el Hsin-she (“Sociedad del Corazón”) cuyo objetivo era
constituirse como una organización preliminar a la construcción de un
movimiento anarquista completo; así como el Chin-te Hui (Sociedad para el
avance de la moral) cuyo credo era que la corrupción del régimen político
chino se debía a la corrupción de la misma sociedad china. Fue fundada por los
estudiantes regresados de París. Estos estudiantes, además de anarquistas, eran
francófilos como Kropotkin (admiraban el país de la revolución contra el
absolutismo cuyo ejemplo querían para China) y, en 1915, fundaron la Ch’in-kung
chien-hsüe Hui (“La Asociación de Estudio Frugal y Trabajo Diligente”) cuyo
objetivo era mandar estudiantes chinos a cursar estudios en Francia.
2) El páramo ideológico:
reflexiones sobre el contexto del anarquismo (no solo) chino
¿Por qué una de las principales
actividades del anarquismo chino consistió en organizar esta suerte de
“agencias” para enviar estudiantes a Europa? ¿A caso no es lo mismo que había
hecho la Dinastía Manchú? Al parecer esta última seguía la doble estrategia de
mandar a los reformistas a Japón (cuya mezcla de modernidad y tradición era un
referente) y a los radicales a Europa (básicamente, para sacárselos de encima).
Fundamentalmente, porque los anarquistas chinos eran conscientes del nivel de
subdesarrollo y analfabetismo presentes en el país lo cual llevaba a la
reflexión de que ninguna revolución podía hacerse partiendo de bases tan
endebles. La recomendación que “una cierta persona” hizo a Shih Fu, y que
desembocó en su cambio de estrategia política, podría tener que ver con este
contexto de páramo cultural e ideológico: seguramente, ciertas acciones no
serían comprendidas y, por tanto, no tendrían un efecto revolucionario en las
masas trabajadoras, debido a su fatalismo y desfase con las ideas de quienes
las promovían (básicamente, la juventud ilustrada y occidentalizada).
Por quien si podrá ser leída es
por otros anarquistas, con lo que la idea de “reproductibilidad de las acciones”,
que manejan algunos anarcoinsurrecionalistas, se traducirá, según mi opinión,
en reproductibilidad dentro del espacio compartido por quienes profesan las
mismas ideas, es decir, producirá una radicalización de la praxis en el mismo
seno del propio espacio político, pero no su ampliación, propiamente. Ciertas
acciones cumplen un papel importantísimo de catalizador político, pero, por sí
mismas, no rompen los límites en que se desarrolla el espacio ideológico del
que surgen. A lo sumo, a nivel propagandístico, pueden servir para fortalecer
la lucha de líneas de ciertas tendencias anarquistas respecto a otras o incluso
del anarquismo en general respecto a otras corrientes revolucionarias. La
cuestión clave, pero, sigue siendo como ampliamos el espacio anarquista: pues
solo una revolución social puede derrocar al Estado.
Esto es una constante en varias
revoluciones en la historia, aunque pueda no agradar a ciertos enfoques
idealistas: el cambio no se produce tanto por la socialización de un conjunto
de ideas opuestas al status quo (esto se produce, más bien, dentro de las
minorías revolucionarias) sino en defensa de los mismos valores sistémicos que
el sistema no cumple (pues estos son, al fin y al cabo, en los que ha sido
socializada la mayor parte de la gente). No en contra del “Mandato del Cielo”,
en sí, sino en contra del Estado, precisamente, por haberlo perdido. Si Karl
Marx consideraba que el comunismo, de hecho, venía a cumplir las promesas
revolucionarias del liberalismo lo decía porque era la mejor forma de conectar
su pensamiento anticapitalista con el liberalismo ‘auténtico’ de las masas
urbanas: revolucionarias, precisamente, por luchar por la materialización de
sus promesas incumplidas. Por este motivo, varios compañeros en los que me
incluyo, nos pusimos en guardia, hace unos años, ante la propaganda carlista
(disfrazada de anarquista) de Félix Rodrigo Mora quien pregonaba un
‘antiliberalismo’ sui generis en espacios afines.
3) Tras los pasos de Ba Jin: consideraciones sobre ‘El anarquismo y la cuestión de la práctica’
Ba Jin (Chengdú, 1904- Shangai,
2005) fue un militante anarquista chino a quien, lamentablemente, su obra de
literato eclipsó su faceta política. En su trayectoria se observa la evolución
de un ‘cándido idealismo’ a un anarquismo revolucionario que extrae lecciones
de la praxis. En ‘El anarquismo y la cuestión de la práctica’ (La
campana del pueblo, 1927) se afirma lo siguiente:
“Ningún problema práctico
puede ser más importante que aquel de la Revolución China. Es el problema de
cómo iniciar aquella revolución social que ocurre en nuestras cabezas todo el
tiempo. Somos materialistas (destacados anarquistas, como Kropotkin o Bakunin,
fueron todos materialistas). Entendemos que la llegada de la revolución social
no puede estar determinada por nuestras buenas intenciones. Se desprende de la
evolución social y está determinada por las necesidades de la historia”.
Ba Jin viene a decir que la
‘voluntad humana’ juega un papel importante, pues los seres humanos no son una
‘sustancia pasiva’, pero, a la vez, considera que los esfuerzos individuales no
son el único elemento a tener en cuenta en la ‘evolución social’. Se
consideraba determinista pero no fatalista: lo que recuerda la máxima de Karl
Marx de que los hombres hacen la historia, pero en condiciones no elegidas por
ellos ¿Y cuales eran esas condiciones? El nivel de subdesarrollo y
analfabetismo presente en la sociedad china y que llevó a Shih Fu a
replantearse su estrategia del terrorismo al trabajo de masas. Hacia finales de
los años 20, entonces, Ba Jin no apostaba por el nihilismo insurreccional,
sino por un anarquismo político, con inserción social, en la línea de Errico
Malatesta, lo cual le llevó a defender la disputa ideológica con otras
corrientes, como los nacionalistas burgueses del Kuomintang, dentro de los
movimientos de masas:
Los autores de El movimiento
anarquista en China Robert A. Scalapino y George T. Yu insinúan que uno de
los motivos de la derrota del anarquismo chino fue, digámoslo así, su
eurocentrismo al no entender, supuestamente, que la lucha de ‘liberación
nacional’ contra los imperialismos extranjeros, y sus lacayos de la dinastía
Manchú, no podía compararse a los nacionalismos burgueses de Europa occidental.
El Kuomintang burgués podía tener un carácter revolucionario en esa fase. Las
reflexiones de Ba Jin son de una época posterior y ya parten de la necesidad de
disputar con los nacionalistas su influencia en las luchas sociales del
momento. La raigambre del nacionalismo anticolonialista en las masas explotadas
es lo que diferencia, precisamente, a una nación subdesarrollada bajo opresión
imperialista, como la China del momento, de sociedades de capitalismo
desarrollado como las nuestras: un aspecto que tiene significativas
repercusiones políticas.
4) Conclusiones
La Época de las Pasiones
Tristes (Seuil, 2019) es una obra del sociólogo francés François Dubet. En
ella se hace una interesante reflexión respecto a la relación entre
experimentar múltiples desigualdades y el boom de la comunicación
digital:
“La capacidad de decir
públicamente las propias emociones y opiniones hace de cada uno de nosotros un
militante de su propia causa, un cuasi movimiento social de uno solo, porque ya
no es necesario asociarse a otros y organizarse para acceder al espacio
público. A menudo, las pasiones tristes invaden esta expresión directa cuando
no hay mediaciones ni filtros que aplaquen las reacciones de los internautas”.
François Dubet no es un
revolucionario anarquista, se considera de centroizquierda, y, de hecho, ve
cierto “progreso democrático” en la extensión de internet pues según él:
“reduce la distancia entre quienes
hablan y quienes se callan, entre las palabras autorizadas y las palabras
prohibidas”
En este contexto, estoy
convencido de que muchas de nuestras acciones no pueden ser ‘leídas’: lectura que
debe producirse en el contexto de la difusión de las ideas que solo los
proyectos estables y a largo plazo pueden facilitar. Considero, entonces, que
nos encontramos en una situación parecida a la que llevó a Shih Fu y a sus
compañeros a fundar La Sociedad de los Gallos que cantan en la Oscuridad en
1912. Y en esta situación, las propuestas del anarquismo más anti-organizacional
y nihilista no me parecen muy adecuadas.
Hemos tocado fondo.
Hay que reconstruirlo todo
Alma
apátrida
Bibliografia:
SCALAPINO, ROBERT A; T. YU,
GEORGE. El movimiento anarquista en China Tusquets Editor – Colección
Acracia. Barcelona, 1975. Páginas 13, 14, 17, 73, 74, 75 y 96.
MOUNIER, ROLAND Las jerarquías
sociales Amorrortu Editores. Buenos Aires, 1969. Página 74.
JIN, BA Problemas del
anarquismo y la Revolución en China Anarquismo en PDF. Páginas 23 y 29.
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