Crítica del terrorismo de masas: una táctica armada contraria al anarquismo proletario

1) Qué entiendo por terrorismo de masas

Entiendo por terrorismo de masas una táctica que, a diferencia de otros tipos de acciones armadas, tiene como objetivo atentar en lugares públicos y momentos con gran afluencia del pueblo trabajador ¿Por qué se hace esto? Aunque en numerosas ocasiones los grupos que lo han practicado (ahora me vienen a la memoria dos ejemplos, con diferentes motivaciones ideológicas y resultados en cuanto a la gravedad, pero lógicas similares: el atentado de Euskadi Ta Askatasuna en el Hipercor barcelonés en 1987 o el de la Conspiración de Células de Fuego en el Metro de Santiago de Chile en 2014) avisaron con cierta antelación a las autoridades, el efecto psicosociológico es parecido: el ciudadano de a pie adquiere la terrible conciencia de que puede ser objetivo militar de algún grupo concreto viéndose interrumpida su relativa tranquilidad cotidiana ¿Y con qué objetivo alguien podría pretender esto?

Este ciudadano intranquilo puede reaccionar entonces de dos formas: arrojándose a los brazos del Estado para que garantice su seguridad y de paso reprima a la disidencia (y ahí deberíamos pensar que el Estado puede mostrar interés en que esto ocurra e, incluso, haber organizado el mismo atentado con este fin: los llamados de falsa bandera como el de la Procesión del Corpus en la Barcelona de 1896 que motivaron los Procesos de Montjuic contra el anarquismo) o culpar al Estado de lo ocurrido y volverse contra él: y aquí entraríamos en el pantanoso terreno de las teorías conspirativas, de grupos ultraderechistas como Peones Negros, que culpaban de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Atocha al PSOE o a los servicios secretos marroquíes con la aviesa intención de forzar una movilización popular que provocara un cambio de Gobierno.

2) Las distintas posturas de la compañera Teresa Claramunt

Teresa Claramunt (1862-1931) fue una militante anarquista de renombre y obrera del textil sabadellense pionera en la defensa de los derechos de la mujer obrera. Pero ahora me interesa un aspecto, quizás, no tan conocido de ella: su reacción frente a los atentados del Liceo y contra la comitiva de Alfonso XIII que fueron realizados, respectivamente, por Santiago Salvador y Mateo Morral. Así, respecto al primero, en el artículo bombas patronales (El Productor, Barcelona, 28-1-1902) manifiesta no vimos en el autor ni al criminal ni mucho menos al anarquista, vimos sí, el fruto tristísimo y lamentable de un desequilibrio social. ¿Se trataba en este caso de un acto de terrorismo de masas? Si y no, pues fue realizado en uno de los principales lugares de ocio de la burguesía, con lo cual no es comparable, en cuanto al efecto psicosociológico que pudo provocar en una sociedad fuertemente dividida en clases, al de ETA en 1987 o el de la CCF en 2014 ¿De todas maneras, tenía Teresa Claramunt una necesidad imperiosa de desmarcarse del atentado del Liceo negándole a Santiago Salvador su condición de anarquista?

Pues no lo parece a tenor de su distinta postura respecto al atentado contra Alfonso XIII de Mateo Morral. Así, en el artículo Mateo Morral (la Buena Semilla, Barcelona, 1-8-1906) expone Mateo Morral, el protagonista del sangriento suceso que nos ha conmovido a todos, fue creciendo en el seno de un hogar cuya madre, por motivos que el destino oculta, alimentaba aversión contra él en términos de infringirle crueles castigos (…) El pobre niño vivía hambriento de besos y caricias. Es conocida, a diferencia de Santiago Salvador que solo había frecuentado algunos espacios libertarios, la filiación anarquista de Mateo Morral, su trabajo como bibliotecario de la Escuela Moderna de Ferrer Guardia y su relación con grupos neomalthusianos promotores de la procreación consciente. Sería imposible para Teresa Claramunt negarlo, entonces a mi entender, tuvo que recurrir a este tono lastimero para buscar la compasión de la sociedad con el recluso por los muertos y heridos civiles que provocó el atentado.

Aún así el objetivo de Mateo Morral fue siempre la comitiva real, el desgraciado hecho de que el ramo de flores explosivo tropezara con el tendido eléctrico desviándolo fue la causa del trágico desenlace. No podría ser considerado este atentado, entonces, como terrorismo de masas, difícilmente el anarquista hubiera encontrado una ocasión más propicia para vengarse de la represión sangrienta del régimen, pero pudo tener un efecto psicosociológico similar al impactar el explosivo entre el público. Más de un siglo después un Comando Insurreccional, que llevaba el nombre del anarquista que despertó la compasión de Teresa Claramunt, hacia explosionar un artefacto en la Basílica del Pilar de Zaragoza con el resultado de una feligresa herida: la prensa burguesa señalaba que, en el momento de la explosión, la iglesia estaba abierta al público y el comunicado del Comando apuntaba estandartes fascistas como este no son y jamás serán lugares seguros si bien afirmaba también que su intención no era herir ni a feligreses ni a turistas.

Decir que, en este sentido, las afirmaciones del comunicado me parecieron algo contradictorias y está claro que el lugar es de tránsito público: lógicamente esto tiene como resultado una notoriedad mayor. Dejo, entonces, a la reflexión de cada uno si este hecho puede considerarse como terrorismo de masas.

3) El nihilismo y el comunismo libertario poco tienen que ver

La Conspiración de Células de Fuego es una red organizativa informal de grupos armados que opera en países como Grecia, Chile o México y que en varios de sus comunicados han afirmado estar entre el anarquismo y el nihilismo revolucionario. El nihilismo, como expresión política, fue un movimiento de finales del siglo XIX en Rusia que se fundamentaba en una crítica radical a la autoridad, los convencionalismos sociales y familiares, así como una defensa del individualismo. Era, aun así, una corriente formada, según algunos críticos como Lev Tijomírov de la organización revolucionaria populista Narodnáya Volia, por elementos intelectuales de una nobleza decadente. Su gesto contestatario no podía ser, entonces, más que la expresión elitista e impotente frente a la transformación de la sociedad y la aparición de nuevas clases sociales. Esta suerte de carácter de hidalguía (de aristocracia libertaria que diría el anarco-individualista y simpatizante del nihilismo Renzo Novatore) es contraria, lógicamente, a los planteamientos del comunismo libertario y el anarcosindicalismo basados en la organización obrera.

Y, en relación a esto, de la misma forma que los nihilistas rusos no constituían más que un grupo de caballeros Don Quijote, cuya orgullosa hidalguía le llevó a luchar con ímpetu contra molinos de viento borracho de novelas de caballerías, los nuevos nihilistas no me parecen más que un grupo de intelectuales precarios que subliman su proceso de desclasamiento social con la hiperinflación ideológica fruto de la lectura compulsiva de materiales tan subversivos como reforzadores de los valores políticos del endogrupo. Si populistas rusos como Lev Tijomírov, perteneciente a un movimiento formado por estudiantes que de forma en extremo altruista abandonaban sus estudios para compartir las penurias con el campesinado (de forma similar a lo que harían algunos estudiantes trotskistas incorporándose al trabajo en las fábricas en los convulsos años de la Transición Española) ya los definían como nobleza decadente ¿que no habrían de hacer los militantes de las organizaciones obreras anarcosindicalistas?

4) Concluyendo…

Y ahí va mi reflexión respecto al terrorismo de masas: dicho proceso de hiperinflación ideológica, y falta de contacto cotidiano con las luchas del proletariado, no puede llevar a más que justificar actos que, si bien se encargan de asegurar en los comunicados como el de la CCF chilena, no tienen la intención de dañar (lo que no consiguieron pues provocaron varios heridos entre los transeúntes) es bastante cuestionable que no tengan la intención de generar pánico social. Y solo desde la falta más absoluta de empatía, producida por el proceso intelectual alienante anteriormente mencionado, puede defenderse esto. De la misma forma que se acaba justificando una paliza al compañero anarquista preso Yannis Naxakis por parte de 5 matones de la CCF apelando a términos rimbombantes como violencia absoluta (absoluta de absolutismo imagino).

Como decía Isaac Z. Steinberg, militante de los socialrevolucionarios de izquierda rusos y Comisario del Pueblo para la Justicia durante su breve colaboración con el gobierno soviético de diciembre de 1917 a mayo de 1918, en su artículo El aspecto ético de la revolución, cuando se refiere a la violencia desatada contra los adversarios políticos, afirma El Terror no es obra de los trabajadores del cual me gustaría destacar este párrafo:

El terror de los años últimos no ha procedido de los obreros, sino que ha sido hacia los obreros, contaminados por una fracción de la intelligentsia revolucionaria. Como ya he dicho, ocurre que el pueblo es, en ocasiones, cruel por impulso, pero no de forma duradera, y sin ser sistemático ni insensible dentro de la violencia.

Es precisamente esta intelligentsia revolucionaria la que sospecho forma grupos como la CCF. Incluso podemos encontrar una conexión entre nihilismo y bolchevismo a través del hermano de V.I. Lenin, Alexander Uliánov. Hoy en día, en tiempos de capitalismo flexible y sobreformación de buena parte de la juventud precaria, me parece hasta cierto punto normal que una parte ínfima de ella huya intelectualmente a universos simbólicos como el de la CCF pues solo es una expresión más politizada de la corriente nihilista general que invade la sociedad del siglo XXI, fruto de la derrota histórica del proyecto social y político de la clase obrera libertaria. Quizás hay quien piense que este no volverá, pero, sinceramente, si asumimos esto la alternativa que surge ante nosotros es ciertamente de un cainismo preocupante.

 

En el nombre de la revolución no todo es justificable.

                                                                                                                                             Alma apátrida

 

Bibliografia:

PRADAS BAENA, MARÍA AMALIA Teresa Claramunt: La “virgen roja” barcelonesa Virus Editorial, febrero de 2006. Páginas 239 y 308.

STEINBERG, ISACC Z. El aspecto ético de la Revolución en BAYNAC, JACQUES El Terror bajo Lenin Tusquets Editor, enero de 1978. Páginas 329 y 332.

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