Reflexiones de un anarquista catalán sobre la derrota del Frente Amplio y la victoria del Partido Nacional en el Uruguay

I

Hace poco tuve conocimiento de que el peculiar conglomerado de liberales progresistas, socialdemócratas y ultraizquierdistas más o menos institucionalizados llamado “Frente Amplio” perdió las elecciones en favor de uno de los dos partidos tradicionales del Uruguay, el “Partido Nacional”: conocidos históricamente como “los Blancos”, representantes de las montoneras y los terratenientes-ganaderos y con gran predicación en el interior del país. La verdad, es que hace tiempo que no tengo un conocimiento actualizado y de primera mano de la Banda Oriental y la información de la que dispongo es escasa y algo sesgada. Aun así, intentaré decir algo al respecto. Uno de los argumentos principales que manifiesta la federación Anarquista Uruguaya (fAu) respecto a esto es que los frenteamplistas le han comprado el discurso a los Blancos con el tema de la seguridad y, claro, esta estrategia política es un mal asunto: si no eres capaz de marcar un perfil propio la gente asustada por el alarmismo de los medios (no sé hasta qué punto fundado pues los niveles de criminalidad no son comparables a los del resto de la región) va a preferir siempre el original.

Ya cuando estuve por ahí se producían allanamientos y se hacían impresionantes despliegues policiales en los barrios pobres, así como se llegó a sacar a los militares para acabar con un conflicto laboral que los basureros tenían con la Intendencia Municipal. Frente a esta derechización ha habido algún desprendimiento por la izquierda (“Asamblea Popular” que luego se integró en “Unidad Popular” cosechando unos magros resultados electorales), la oposición de la izquierda sindical (la llamada “Tendencia Clasista y Combativa”), diferentes iniciativas sociales, así como pequeños grupos de la extrema izquierda como el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO) que estuvo, paradójicamente, entre los fundadores del Frente Amplio en su momento. Los compañeros anarquistas de corte más insurreccional también se han movido y recuerdo algunas convocatorias autónomas contra la represión policial de la pobreza. Estos discrepan con fAu pero no se llega, a mi entender, al nivel de confrontación entre tendencias libertarias que existe en otros países como Chile.

II

Esta política más bien sosegada, si la comparamos con otros sitios, no es exclusiva de los anarquistas sino que impregna muchas de las manifestaciones ideológicas del país: algunos sociólogos uruguayos se refieren a la Banda Oriental como el “país de las cercanías” pues su población reducida (unos 3.000.000 y pico) pero sobre todo la peculiar forma en que se construyó históricamente el Estado en base a ciertas alianzas políticas y distribución de la riqueza no ha producido los quiebres sociales y políticos tan profundos que tienen otros países latinoamericanos. Así, si a principios del siglo XX, Batlle y Ordoñez (líder liberal progresista quien creó un movimiento populista, en el seno del Partido Colorado, que le llevó a la Presidencia de la República) cosechaba apoyos entre algunos anarquistas uruguayos, y exiliadas argentinas como Virginia Bolten, nucleados en torno al periódico “la Idea Libre”, en el momento que estuve, algunos compañeros libertarios (sobre todo los nucleados en torno a fAu) eran cercanos y trabajaban asiduamente con las bases sociales frenteamplistas y emitían críticas, a mi modesto parecer, algo moderadas al Gobierno.

Claro está que esto no siempre fue así y alrededor de los sesenta empezó a quebrarse el modelo redistribuidor dando lugar a un proceso que algunos han dado a llamar “latinoamericanización de la política uruguaya”: empezaban a surgir grupos que hablaban de Liberación Nacional y Socialismo como el MLN-Tupamaros y a los Partidos Tradicionales (Colorado y Blanco) les salió un competidor por la izquierda cuando los principales grupos de esta (excepto fAu, por razones obvias) crearon el “Frente Amplio”. Todo este proceso terminó en una Dictadura Militar con la fachada civil, en un inicio, del colorado Bordaberry. El quiebre entre las Fuerzas Armadas y los sectores populares es, en consecuencia, muy grande, solo hay que ver las enormes marchas que recorren Montevideo una vez al año por los detenidos-desaparecidos y no han faltado incluso propuestas de la izquierda para su disolución imitando, quizás, a Costa Rica, pero sin querer convertirse en un protectorado camuflado de los Estados Unidos.

Esta dictadura fue apoyada por pequeños, pero activos, grupos de extrema-derecha como la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) y hoy en día esta corriente, que parecía haber quedado soterrada, emerge en nuevas expresiones políticas, con una fachada más democrática y liberal, como Cabildo Abierto, así como sigue presente en el núcleo duro del Ejército deseoso de jugar un mayor rol político. Todo esto no deja de ser la expresión política del reajuste neoliberal y la voluntad de disolver los últimos resortes del Estado Batllista (recordar que en Uruguay la ola de privatizaciones de los 90 se hizo sentir con menos intensidad al ser sometidas a un referéndum que perdieron los defensores del reajuste). Ante esto me hago la siguiente pregunta: ¿no será que toda esta cultura política uruguaya, algo pacata, del consenso estaba pensada y fue diseñada en un tiempo en que el Estado era capaz de proveer unos servicios que se están deteriorando por la progresiva derechización del “Frente Amplio” y a la que el “Partido Nacional” dará su toque de gracia?

III

Acostumbra a pasar que el armazón ideológico y cultural de un país, fraguado en unas condiciones concretas, puede sobrevivir al cambio de esas condiciones. La cultura batllista de la pequeña burguesía progresista, que coqueteaba osadamente con las expresiones más radicales del movimiento obrero, haciendo complicados equilibrismos ideológicos (como los del Dr. Julio César Grauert y su Agrupación “Avanzar”, que representaba un peculiar marxismo constreñido dentro del liberalismo radical) sigue presente en el “Frente Amplio” (una vez el “Partido Colorado” va siendo reducido progresivamente a la insignificancia) aunque haya asumido buena parte del discurso de la derecha neoliberal en materias tan sensibles como la seguridad. Así me da la impresión que la “autonomía relativa del Estado” (por utilizar la terminología del marxista Poulantzas que era del gusto de fAu en los sesenta) aún puede jugar la carta de la cooptación, aunque las condiciones económicas se estén deteriorando.

Quizás va a llegar el momento en que se volverá a “latinoamericanizar” la política uruguaya, una vez el frenteamplismo (heredero, en parte, de esa tradición de los sesenta) ha vuelto al redil de un batllismo ya descafeinado que solo puede actuar de narcótico ante el aumento de los quiebres sociales. Esta afirmación seguramente no gustará a los defensores de la “excepcionalidad uruguaya” pero por fuerza, ante el ajuste que se puede venir por parte de los nuevos entusiastas gestores del capitalismo, el pueblo uruguayo deberá inspirarse en revueltas como las de Chile y Ecuador. Recuerdo ahora la famosa banda uruguaya “Cuarteto de Nos” con su irónica canción “No somos latinos” donde hacían mofa del europeísmo desubicado de buena parte de la población empeñada en mirar hacia el Este y vivir de espaldas a Latinoamérica. Las luchas que están por venir estarán, seguramente, impregnadas de este sarcasmo por el derrumbe simbólico de la “Suiza del Sur”.
                                                                                                                                                 
                                                                                                                                         Alma apátrida  

Comentarios

Entradas populares de este blog